Un regalo para la vista
Por resultonas que sean y muy bonitas que las hagan, las terminales de aeropuerto que vemos cada día por Arabia Saudí no dejan de ser eso, aeropuertos. Y el camino que los separa de un vivac a otro suele ser corto y escaso de paisajes que observar, porque para evitar trayectos largos en autobús los campamentos se montan lo más cerca posible de ellos. Así, la mayoría no deja de ser un descampado en el que todo se organiza de la misma forma, en mitad del desierto vale, pero un descampado al fin y al cabo. Menos el de Sakaka, el de la etapa maratón que era en un campus universitario a medio hacer, todos los demás son por el estilo.
Tierra por todas partes y poco deleite para los ojos, quizá mejor así para concentrarte en lo que pasa dentro de sus vallas, en la competición, que es lo que importa. Día a día así no les das importancia a lo que te rodea... hasta que llegas a Al Ula. Aquí, por fin, se intuye lo exótico que puede llegar a ser el país árabe. Esta ciudad del norte está rodeada de montañas, no muy grandes pero sí muy pintorescas, y el vivac está entre unas cuantas que dibujan un telón de fondo digno de admirar. Un sitio que de verdad se presta a sacar la cámara para inmortalizarlo, el único hasta ahora en el que sientes el privilegio de poder estar. Un regalo para la vista.