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De la Barrera y el reto de ser profeta en su tierra

Como suele ocurrir tras un cambio de banquillo, la primera batalla del nuevo entrenador está en la sala de prensa. Lejos de la retórica barroca que se le adjudicaba, Rubén de la Barrera lanzó un mensaje claro, centrado y ambicioso. Comenzando por reconocer que el único objetivo posible es el ascenso. Siguiendo porque el Deportivo debe recuperar su mayor déficit en su deambular por Segunda B: ser protagonista. Y continuando por detalles que no han funcionado, como la importancia del balón parado, la necesidad de convencer a la par de ganar y, como buen coruñés, el peso y la ilusión de entrenar al Deportivo. Líneas maestras unidas a un mensaje de confianza hacia el vestuario y la necesidad de devolver la sonrisa al que es de largo el mejor activo de este club: la afición. Todo un reto para un coruñés que sueña con romper con el tópico y ser profeta en su tierra.

El primer paso, el del diagnóstico del enfermo, ha sido aseado, pulcro y atinado. Ahora falta que las medidas que tome resuciten a un paciente que tiene conseguir de forma inmediata soltarse y dejar la presión de ascender en la caseta. Y es que esta semana se ha señalado a Fernando Vázquez como el culpable de todos los males después de perder dos partidos seguidos. Una vez más, poca memoria con todo que hizo con el de Castrofeito. Una vez más, poca confianza en el banquillo, el gran pecado de los últimos años y del que parece que nadie aprende. La lupa, de nuevo, ha escapado de los jugadores, los verdaderos protagonistas cuando se pone a rodar el balón. El rendimiento general de la gran mayoría de ellos está siendo pírrico, lejos del mínimo exigible y todavía más de lo que se les presupone por nombre. Si De la Barrera logra centrarlos en lo que es Segunda B, despertarlos y exprimirlos, la meta no será tan lejana. El primer hospital se llama Salamanca y, con bajas o sin bajas, la operación no puede fallar.