Empate contra el Madrid y victoria con Filomena
El partido de El Sadar era doble. Por un lado, la lucha titánica contra Filomena, ese temporal de nieve que ha tapizado con un manto blanco el centro peninsular. A modo de metáfora, Pamplona se rebeló ante esa invasión merengue en la zona de su estadio de fútbol, como si ejecutara un hechizo. Hay que ser o vivir en Navarra para conocer el tesón de sus gentes. El temporal sabía que no tenía nada que hacer ante esos 40 héroes y sus palas y calefactores que se propusieron vencerle. LaLiga tiene que estar orgullosa con esos operarios. El partido se desarrolló con normalidad. Hasta hubo cohetes en el segundo tiempo. Aire de fiesta.
Y luego estaba el otro compromiso, el deportivo. Ahí Osasuna estuvo a la altura de sus esforzados currelas. Se desgastó hasta la extenuación y durante una hora no dejó al Madrid que se colocara en ataque. Arrasate apostó por el bloque que jugó en Anoeta, con Oier y Torres por Barja y Javi Martínez. Cuando el campeón subió una marcha, a la hora de juego, la idea mudó: pasó a tratar de que tartamudeara en ataque, de que no empezara un acoso y derribo. También tenía que enseñar las garras, mostrarse en área contraria y así lo hizo Torres, con una ocasión que si le llega a ir a la diestra habría sido el 0-1. Un celestial Herrera, Moncayola y Rubén emularon a los héroes de la tarde navarra con una impagable labor de pico y pala.