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El apellido Sainz tiene mucho protagonismo en nuestras informaciones del día. Por partida doble. Carlos Sainz Cenamor, el padre, anda contrariado y a vueltas con el roadbook en el Rally Dakar, que ya ha ganado en tres ocasiones, pero que esta vez se le ha atragantado por problemas de navegación. Carlos Sainz Vázquez de Castro, el hijo, ocupa la portada de AS con una entrevista exclusiva en la que analiza su próximo desafío, uno de los grandes retos deportivos en este 2021: su llegada a la mítica escudería Ferrari. Que padre e hijo coincidan en activo compone un caso excepcional que se ha dado escasas veces en el panorama mundial, aunque alguno sí que hay. Dino Meneghin, por ejemplo, llegó a enfrentarse en una cancha de baloncesto a su hijo Andrea, y no escondieron los codos.

El hecho de llamarse igual lleva a veces a ciertos equívocos, que obligan a añadir las palabras 'padre' o 'hijo' detrás del nombre. Para varias generaciones, entre las que me incluyo, si dices Carlos Sainz, a secas, te refieres al padre, que es el pionero, el doble campeón mundial. Pero los más jóvenes se identifican más con el heredero, que se abre paso en la más mediática Fórmula 1. Al hilo de estas confusiones, recuerdo una conversación de besugos que tuve con un compañero a propósito de los Matías Prats. Quien yo nombraba como Matías Prats padre, para mi colega era Matías Prats abuelo, porque aquí la cosa se complica más con un tercer Matías Prats en el periodismo, el nieto. Al margen de anécdotas, los Sainz tienen en común mucho más que el nombre. Los dos son deportistas ambiciosos, el rasgo principal de un campeón o de un aspirante. Y también minuciosos y trabajadores. Una característica de Carlos, padre, es haber elevado diferentes coches a la categoría de ganadores. Carlos, hijo, lleva el mismo camino. Y ya lo advierte en la entrevista: "Si pude en McLaren, puedo en Ferrari".