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¿Quién cree que es Marco Asensio?

Aprender a nadar; superar ese pánico a las alturas que me petrifica cada vez que me veo obligado a cruzar un puente; atreverme a lucir unos vaqueros skinny; consentir que me introduzcan el frío metal de la jeringuilla en el brazo para hacerme un análisis de sangre; salir más; decir 'no'; grabarme un videobook; raparme al cero. Como todas las listas de propósitos y asuntos pendientes que comienzan a brotar cuando los años dan sus últimos coletazos, la de un servidor también contiene esa determinación para correr riesgos. Lo contrario al coraje no es la cobardía, sino el conformismo. Un estado que nos atornilla a la mediocridad, a la falta de pasión, a lo común. Y no hay nada más gris que los lugares comunes. Hace tiempo leí a Juan José Millás una anécdota que le contó un amigo suyo sobre su madre. La señora sufría bipolaridad y en una ocasión en la que dejó de medicarse, para que tomara conciencia de la atracción que le suponía sus picos de euforia, le dijo a su hijo: “Si pudieses ser a veces Supermán, ¿te conformarías con ser el imbécil de Clark Kent?”. Esa es la pregunta que deberíamos hacernos. Esa es la pregunta que debería hacerse Marco Asensio. ¿Quién cree que es? ¿Ese jugador común o el futbolista inusual, extraordinario?

Asensio, por cualidades y talento, sigue llamado a hacer lo que quiera en el fútbol. Es conveniente recordar que sólo tiene 24 años, aunque acumula tantas horas de vuelo en la elite que hay quien piensa que ya está de vuelta, pero le ha llegado el momento de asumir riesgos, de aceptar la responsabilidad, de olvidar aquella frase de las piedras en la mochila y agarrar al presente por la pechera. Es cierto que la lesión, aparte de la rodilla, le quebró la confianza. Pero antes del infortunio, llevaba tiempo caminando de puntillas. Su irrupción en el Madrid fue un trueno, con goles tan bellos como claves. Sin embargo, empezó a vivir por debajo de sus posibilidades y arreciaron las críticas. Elegante, exquisito, con un disparo tremendo y una visión de juego sólo apta para elegidos, se colocó en la diana de una afición, la del Madrid, que localiza de forma certera al jugador que pueda ofrecer más.

El Bernabéu no le exige a Militao que marque los goles de cabeza de Ramos, sólo que aleje el peligro de su área y no contribuya a él. A Marco le demanda dar continuidad a sus relámpagos contra el Granada, una espuela de highlight, un remate al palo, una asistencia, uno contra uno, amor propio, asumir riesgos en definitiva. Jorge Valdano, experto en la disección de la realidad y funambulista del léxico, diagnosticó durante la retransmisión del partido contra los de Diego Martínez: “Asensio no está para jugar partidos, está para ganarlos”. Su protagonismo en el último partido de Liga renovó la ilusión a Marco tras unos meses complicados. Ahora debe preguntarse quién cree que es y quién es en realidad. ¿Un futbolista que juega partidos o los gana? ¿Conformista o arriesgado? ¿Corriente o extraordinario? ¿Clark Kent o Supermán?