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LA CAJA NEGRA

La expectativa del gol persigue a Iñaki Williams

GRAF692. VILLARREAL (CASTELLÓN), 22/12/2020. El delantero del Villarreal, Rubén Peña (d), intenta cortar el avance del jugador del Athletic, Iñaki Williams, durante el encuentro correspondiente a la jornada decimoquinta de primera división disputado esta
Domenech CastellóEFE

El tópico y el deseo

Pocos jugadores concitan un consenso tan generalizado como es el caso de Iñaki Williams. A sus 26 años, edad idónea en un futbolista, nadie se atreve a cuestionar su potencial, pero casi todos dudan sobre su verdadero techo a causa de las estrecheces goleadoras que padece. Cuesta aceptar que en esta última temporada y media apenas haya marcado 9 goles. Parecen muy pocos para un delantero del Athletic, acostumbrada la parroquia bilbaína a la fiabilidad de Aduriz. La estadística, en cambio, da cierta tregua a Williams. La métrica de goles esperados —indicador que asigna una probabilidad de que una ocasión sea gol en función de la jugada—, tan de moda en los departamentos de análisis de los clubes, indica que Williams debería haber firmado 47 goles en LaLiga desde 2014, cuatro más de los que lleva. Este curso cumple con la expectativa y suma los tres que los cálculos le conceden. Como el fútbol no se puede medir en términos estrictamente numéricos, necesita combatir su fama oscura ante el gol para no doblar las esperanzas sobre su figura. El tanto al Villarreal desagravia en parte a Williams y concreta su eficacia cuando puede atacar la profundidad. Su vínculo con el Athletic es una garantía sentimental resistente, pero el anhelo de la afición por ver un delantero de cifras goleadores destacadas le apremia.

El dominio real

El Sevilla de los finales lo hizo otra vez, pero lo mereció mucho antes. La victoria en Mestalla trae luz al bloque de Lopetegui tras el patinazo frente al Valladolid. Fue mejor de principio a fin, con una propuesta brillante por momentos, sin alterarle el cambio de sistema de Javi Gracia a tres centrales. Con superioridad por dentro con Fernando, Jordán y Óscar, después Rakitic, los centrocampistas conectaron con el hombre libre y movieron con suficiente rapidez para obtener situaciones ventajosas en las bandas —51 metros de ancho de juego y 65% de ataques por los costados— ante los carrileros locales. El Sevilla vivió en campo rival, pero el golpe decisivo de Suso derivó de una acción de contraataque dibujada por el alto perfil técnico de sus jugadores. Es la doble condición de este equipo, capacitado para jugar a cosas distintas y casi siempre con éxito.

Reconocerse

El camino de la victoria pasa por reencontrarse a uno mismo. La terapia de Osasuna frente al Elche no le alcanzó para ganar, aunque al menos le sirvió para recuperar sus desaparecidas señas de identidad. Se vio a un equipo con iniciativa, muy vertical y pegajoso en la presión, más ajustada que en compromisos previos. Casi la mitad de sus pases fueron hacia delante y su estrategia de recuperaciones se ubicó a 46,2 metros de distancia media a su portería. El regreso a la titularidad de Brasanac, uno de los jugadores en los que tan bien se mimetiza el estilo de Osasuna, resultó sintomático. El serbio, además de contarse diez robos, hizo el que parecía el gol del triunfo, pero la precariedad en área propia volvió a evitarlo después. Aun así, la realidad futbolística se debe anteponer por ahora a la preocupante dinámica de resultados. Ni mucho menos está agotado el proyecto centenario de Arrasate. Este Osasuna no se entiende sin él.