El Barça borra su propia armonía

Sonrisas (de Messi, incluso) y miedo. Por la mañana del partido, como en la canción del Serrat, hubo rocío, bendiciones al juego, invocación a las antiguas perfecciones del equipo, capaz de doblegar al contrario con diabluras que llegaban al corazón azulgrana del capitán, devuelto a la normalidad del trabajo de un jefe feliz con lo que hacen los suyos, incluso cuando fallan, si esto no se hace con mala voluntad. Fue una primera parte de tiralíneas de arquitecto, a lo que contribuyeron casi todos los futbolistas. La Real, con una dignidad que justifica su puesto en lo alto, tuvo paciencia y calidad, y en los contrataques puso a prueba a una defensa hecha de hierro y de hielo.

Fue un triunfo de la armonía, como si, a pesar del gol blanquiazul, Ter Stegen y sus acompañantes hubieran aprendido de otros yerros. Pedri, además, fue un héroe musical de alta alcurnia, e incluso, cuando el Barça entró en barrena, salvó un gol con un gesto que sonó a heroicidad porque lo fue. En esa segunda etapa el Barça borró su propia armonía y su música pasó a ser de traca. La hora llegó con la Real haciéndole cosquillas a la desgracia azulgrana, pero al final hasta Messi defendió lo conseguido. Ahí está el equipo diciendo “aquí estoy yo”, aunque pida la hora. Koeman varió el sistema todo lo que pudo. Se lo reprocharán también, como cuando no lo hace.