Kubo, Vini y Griezmann, a base de garrafón
Igual alguna vez les ha pasado. Han intentado congeniar dentro de un grupo y nada sale según lo planeado. Da lo mismo que se hayan sentido especialmente atractivos, que sus temas de conversación estén a la última en cine, series y música, o que sus anécdotas hicieran saltar las costuras de otros auditorios similares. No conectan con el resto y punto. Nadie sabe por qué. Y es mejor ni pensar cómo el menos agraciado, el que dice "contra más" y el que lee a Jorge Bucay es el alma de la fiesta. Y lo peor es que nada cambia con esfuerzo. Aunque den por buenas opiniones que deploran, pese a consultar a toda prisa en el baño qué es eso de TikTok o aceptar garrafón, vodka o Licor 43 como atajo en la integración. Griezmann no marida en el Barça, a Vinicius le cuesta hacer amigos en el Madrid y a Kubo se le atraganta la mili en Vila-real. La vida es así.
El japonés comenzó el curso por encima de Emery en cuanto a popularidad. Ser un genio precoz, que pasó por la Masia y Valdebebas, y llegar prestado del Madrid hacía incomprensible sus pocas oportunidades. Algunos recaderos intentaron desde la capital presionar sin éxito y el resultado ahora es que Emery ha ido cediendo terreno a la misma velocidad que Kubo ha titubeado. Y es un digno caso de estudio. Take lo tiene todo: desparpajo, personalidad, amor propio y calidad. Pero no encuentra a sus compañeros. En el Villamarín tuvo una ocasión de oro y fue sustituido antes de tiempo, en el cuarto empate consecutivo, con el mismo vértigo a las alturas que muestra el Submarino. Kubo siempre estaría en mi delantera. Es más, compartiría ataque con Vini y Griezmann. Por fe en que la lógica imperará, por futuro y, sobre todo, por la solidaridad que brota después de probar esas resacas de garrafón.