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Messi, en el centro del debate electoral

Debate. Messi es uno de los caramelos envenenados del proceso electoral en el que se va a embarcar estos días el Barça. Existe unanimidad, aunque no total (un 71% según una encuesta de Mundo Deportivo), en que semejante leyenda debe seguir hasta que quiera y que pocas cosas más poderosas hay que unir la marca Messi a la marca Barça de manera vitalicia. Pero eso vale dinero. Además de este último año de contrato (50 millones), el Barça todavía le debe a Messi 30 millones por una prima de fidelidad (?) firmada en la renovación anterior, en 2017. Aquí aparecen ya varias líneas de pensamiento. La de quienes aseguran que Messi le ha dado tanto al Barça que merece lo que pida; y la de quien, en una visión menos romántica, considera que el contexto económico y la edad del futbolista obligan a hacerle una oferta a la baja, que vaya acorde a lo que, por lógica, debe ser una pérdida de protagonismo deportivo del jugador.

Temores. Los precandidatos, de momento, están muy tibios. Para empezar, porque saben que Messi es imprevisible. Incluso para aquellos que, como Laporta o Font, creen tener la llave maestra con Xavi. Todos se decantan por su continuidad, pero ninguno dice si, a cualquier precio, o a precio convenido. Proclamar que Messi y Barça tienen que ir de la mano es fácil. Pero a eso hay que ponerle precio. Pongamos un ejemplo real. Cuando el Barça decidió que la etapa de la Bomba Navarro había terminado, Bartomeu extendió su contrato diez años. Ahora, mientras Navarro trabaja con la cantera, el club le va pagando el dinero que todavía tenía firmado como jugador. Es difícil pensar que esa sea la fórmula para atar de por vida a Messi. Pero ni siquiera esta vía ha sido insinuada por ningún candidato, temeroso de que cualquier afirmación sobre Messi se vuelva contra él.

Dudas. Sotto voce, alguno de los precandidatos al Barça llegó a confesar que, tal vez, lo mejor sería que Messi anunciase su adiós. Así, cualquiera que sea el elegido evitará el fracaso que supondría su marcha. Por otro lado, se ahorraría manejar la enorme presión salarial de un club al límite. El comportamiento de Messi desde que le dio carpetazo al burofax ha sido valorado por Koeman y sus compañeros. Su rendimiento ya no es el de sus años de exuberancia, pero a días aún marca la diferencia. Messi conoce el Barça. Sabe que algunos ya piensan en él como un problema. El nuevo presidente tendrá que explicarle muy bien que no lo es al mismo tiempo que le toca el bolsillo. Desde fuera parece fácil, pero gobernar no es tan sencillo.