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Samba y gloria. Cuando parecía casi todo perdido y con el Madrid aparentemente condenado a un farolillo rojo en el grupo que resucitaba el triste fantasma de la Europa League aparecieron ellos, los meninos, los críos brasileños que llegaron para crecer y hacerse hombres y futbolistas en un club en el que no hay paciencia ni para pedir la hora. Vinicius hizo su jugada, la de su carril izquierdo en el que es una bala de plata. Llegó al área, levantó la cabeza y vio a su amigo Rodrygo Goes (habrá que rebautizarle con el apellido Goles). Control y chutazo a la escuadra del Inter. Gol que da una nueva vida a Zidane, que tiene siete como los gatos. El melón del debate táctico por su empeño en poner el tridente a costa de Modric ya estaba macerándose en las redacciones deportivas. Pero Zizou tiene duende con la Champions, la competición que ha ganado cinco veces: tres veces como entrenador, una como ayudante de Ancelotti y una más como jugador con esa volea histórica en el pack de la Novena. La Champions es la segunda piel de Zinedine. No descarten nada desde ahora...

Valdebebas. Cuando Rodrygo firmó el gol de la esperanza ante la tropa bien adiestrada de Conte, eché en falta el ambiente mágico de las noches europeas del Bernabéu. Imaginaba cómo hubiese rugido el santuario de La Castellana con 80.000 almas que hubiesen festejado a lo grande ese gol lleno de contundencia y trascendencia. La Champions tiene una música que te atrapa y te llena de grandes recuerdos, pero da rabia esos sounds of silence, histórico tema de Simon & Garfunkel de los años 60. Hay que aceptarlo. Los jugadores son cada vez más camaleónicos y han asumido que hay que dejarse la vida en la soledad de una grada vacía y fría. Ni siquiera es el Bernabéu, que impresiona incluso sin público en sus tribunas. Ello aumenta el mérito de este equipo...

El viejo Inter. Fue un duelo vibrante, de idas y llegadas constantes, con dos grandes venidos a menos que jugaban con la sombra del matarife a la vuelta de cada balón perdido en las áreas. Lautaro me recordaba a Altobelli, gran delantero italiano de los años 80. Todo lo que tocaba provocaba angustia. Perisic, que le metió un par de goles al Barça en el histórico 2-8 del verano defendiendo la camiseta del Bayern, también puso su ración de guerrero croata que se unía a la ferocidad, más de postureo que de facto, de Vidal. El chileno pudo irse a la calle por una acción temeraria sobre Lucas Vázquez. Pero no amedrentó a nadie. El Madrid superó sus fragilidades atrás con temperamento y pegada. Tres goles al Inter no es ninguna tontería. Esto va mejorando.

Lucas, enorme. El soldado ideal, el hombre que jamás pondrá mala cara si no le sacan de inicio, el tipo que físicamente está al 150% sea cuál sea su estatus en el equipo, el canterano inagotable que en el Di Stéfano ayudó a fabricar el último ascenso del Castilla a Segunda. Lleva la ruta de Jesús Navas y de Juanfran. De buen extremo a buen lateral derecho. Lucas cerró bien su banda y creó peligro en sus apariciones arriba. Es un seguro de vida para Zizou.

SR101. Oficialmente, el cabezazo del camero fue su gol número 100 con la camiseta blanca, aunque para AS sea el 101 (en Nápoles dio el árbitro como gol en propia meta uno que era claramente del sevillano). Lo importante es que volvió a ayudar al equipo en un momento clave. La sección de ‘Renovaciones Inminentes’ sigue abierta 24 horas a la espera de que se haga justicia con nuestro ‘capitano’.

San Siro. El día 25 tocará rendir visita al Inter en el histórico estadio italiano. Hay que ir a sentenciar con un triunfo que ya pondría un turbo rumbo a los octavos. Es el ‘Real Champions’.