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Desde que tengo uso de razón, Osasuna ha formado parte de mi vida. Mis primeros recuerdos se remontan a hace algo menos de 40 años, cuando los sábados por la mañana, mi padre me llevaba a las instalaciones de Tajonar a los entrenamientos de los rojillos. Por aquel entonces, a mí Osasuna, ni fu ni fa, pero está claro que el sentimiento osasunista iba calando en mí.

El club navarro ha cumplido cien años y mentiría si no dijera que me he levantado con un montón de recuerdos agolpándose en mi cabeza y muchos sentimientos en mi corazón, porque ser del equipo rojillo es un sentimiento. Osasuna es parte de mi vida y me siento tremendamente afortunada de haber podido vivir parte de su historia muy de cerca y de la mano del mejor maestro que pude tener. Hoy me he acordado de su abrazo cuando Osasuna se clasificó en el Calderón para la única final de su historia, la de Copa del rey de 2005, de la sonrisa que no podía disimular cuando Osasuna ganaba, de su ceño fruncido cuando perdía, de mi primer Carrusel Deportivo con él, del gol de Nekounam ante el Girondins, de cada ascenso que he vivido, de la clasificación para la previa de Champios, de la semifinal de UEFA, del frío en la banda de El Sadar, de las risas con mis compañeros y de mil cosas más.

Hoy más que nunca, papá, tengo que darte las gracias por inculcarme tu amor por Osasuna y no te imaginas lo orgullosa que estoy de que durante décadas fueras la voz del osasunismo. Cómo me hubiera gustado haber podido celebrar el centenario contigo. Hoy, al llegar a casa te hubiera encontrado con una sonrisa de oreja a oreja porque el partido ha sido una castaña, pero los rojillos han ganado.

Espero que allá donde estés lo hayas celebrado y hayas tenido un feliz centenario porque tú fuiste, eres y serás siempre parte de Osasuna.