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Las renovaciones de Piqué y Sergio

Bartomeu ha comprado un poco de paz en estos días turbulentos renovando a Piqué hasta los 37. No deja de ser un sarcasmo que Piqué, que se erigió como portavoz del 8-2 y se ofreció contrito a ser el primer sacrificado si era preciso, haya sacado esta renovación generosa al mismo presidente al que puso en solfa en aquella intervención. Pero así es la naturaleza humana y ya sabemos que a Piqué nada humano le resulta ajeno. En cuanto a Bartomeu, compra paz a cambio de una renovación de menos a más que compromete las mayores cantidades para cuando él ya no esté. El que venga detrás, que arree, se dice en estos casos.

No está bien esto que hace Bartomeu, pero entiendo que quiera aliviar su agonía, y Piqué es un revoltoso con buen tino que se le podría hacer más amargo el trago. Con él van otros, lo que explica por qué no se adhirieron al movimiento anti-rebaja. En todo caso es un movimiento hacia una calma que el Barça necesita desde hace meses y de forma especial ahora, en los albores del proyecto Koeman y con el Clásico ahí mismo. Después de ganar 5-1 al Ferencvaros, con Piqué neutralizado (al menos hasta la próxima), Ter Stegen asegurado y la moción en modo ‘patá p’alante’, toda la inquietud es si Griezmann jugará o no, y eso es poca inquietud.

Esta renovación compromete y no poco a Florentino, al que muchas voces recuerdan que el contrato de Sergio Ramos se extingue este verano. Sergio tiene casi un año más que su colega del Barça, pero está en mejor uso y ha extendido su papel de bastión en la defensa y cabeceador en el área contraria al de lanzador certero de penaltis, cuestión que parece menor cuando se tiene, pero que se echa en falta cuando no. Florentino arrastra los pies, la pandemia le ha pillado metido en grúas y bien que se está notando en la plantilla. Lo de Piqué le achucha ahora tanto o más como la evidencia de que Varane y Militao tiemblan sin Sergio al lado.