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No tengo palabras

Muchas veces me han dicho, o lo he dicho yo: no tengo palabras para describir lo grande que es Rafael Nadal. Después de decir esto, que no se tienen palabras, te sueltan, o suelto 408, que son las que hay en este artículo. Lo que creo que queremos decir es que, salvo que seas un maestro como Alex Grijelmo, que las encuentra en los cajones más escondidos del diccionario, no conocemos palabras que le definan que no se hayan dicho antes, no tenemos palabras distintas y repites lo que ya se ha dicho: extraordinario, único, magnífico, maravilloso, enorme, valiente, gigante, colosal, humilde, comprometido, especial, respetuoso, luchador y tantas otras que retratan al mejor tenista de la historia sobre la tierra.

Tengo un buen amigo, gran periodista, amante del tenis, admirador entusiasta de Rafa, que era incapaz de ver completos sus partidos más importantes porque no aguanta el sufrimiento y la tensión que le provoca tanta emoción e incertidumbre. Apaga la tele en los momentos más críticos y solo reanuda su partido si tiene noticias (algunas veces mías), de que la "nave" no ha zozobrado en la tormenta de aquel punto de break en contra, o que la guadaña de la muerte súbita no le había arrebatado el set. Ayer me decía que, siendo tan fan de Nadal, era de las pocas veces que había podido verle ganar alguno de sus trece Roland Garros... en directo. Solo conozco otro caso parecido, el de Miguel Ángel Gil, que tampoco resiste la presión de su amor por el Atleti en los partidos decisivos y tiene que buscar oxígeno alejándose del escenario de cualquier teatro de los sueños.

Cada partido de Nadal es una epopeya, pero lo es también cada set, cada juego, cada punto. Es una hazaña que pueda llegar a esa bola, que más bien parece una bala disparada por un cañón. Es un prodigio ese revés cruzado que va tan ajustado a la línea que solo se quita tu angustia cuando oyes a un Juan José Castillo decir "entró, entró".

Como no tengo palabras para expresar como estuvo el rey sol de la Philippe-Chatrier en la final del domingo, diré solo cuatro: arrollador, apoteósico, sublime, impresionante. Y a los Ivanisevic que se atreven a decir, antes de un partido, que el manacorí no tiene ninguna posibilidad, solo se les puede recordar la frase que popularizó Clinton en campaña: es Nadal, estúpido. Además, es madridista. ¡Vamos Rafa!