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Todos lo hemos visto alguna vez: los cubiletes y la bolita o la carta que se mueve a toda velocidad mientras un gancho, un compinche, intenta convencer a los incautos de que es facilísimo acertar. Pues lo de Bartomeu y compañía intentando paralizar el voto de censura es lo mismo. 19.532 firmas de las 20.687 recogidas son válidas, los peritos calígrafos sólo encontraron cinco, ¡cinco! firmas sospechosas y el club se fue a la Guardia Civil conectándolas con una trama de reventa de carnets que ocurrió en el 2017. La bolita empieza a moverse, los cubiletes tapan y destapan. Y entonces aparece el gancho, Román Gómez Ponti, jefe de los servicios jurídicos del Barça, afirmando en tres emisoras (Catalunya Ràdio, Cadena SER y RAC1) que no, que ellos no han presentado ninguna denuncia, sino que sólo "pusieron en conocimiento", y que no, que ellos no quieren frenar el voto de censura. Y de remate, vierte sospechas sobre los que deben regular que el juego, que el proceso, sea válido: el presidente de la Mesa de votación y la Secretaría General de l'Esport. Al fin y al cabo, se trata de distraer al personal mientras siguen intentando claramente que un juez paralice el referéndum.

Y mientras el presidente Josep Maria Bartomeu sigue escondido, el que representa al club para hablar con los medios de comunicación lo hace con tono soberbio, les recuerda que sólo son de deportes y no de tribunales y que por eso no se enteran bien de lo que está pasando, les pide que no se pongan nerviosos cuando le acorralan por sus contradicciones, hasta califica de vagabundos a algunos. Lógicamente, el que representa, el que comunica, lo hace fatal y hasta el portavoz de la entidad llama al secretario general del deporte de la Generalitat para disculparse. ¿Dónde está la bolita? Esa es la pregunta. El por qué los dirigentes de más que un club, el más democrático del mundo, el que pertenece a sus socios, se empeñan hasta límites vergonzosos en retrasar el proceso del voto de censura, que sigue quemando etapas. La respuesta sólo la tienen ellos. La sospecha es que algo esconden. La evidencia es que se están comportando como unos trileros.