La doble derrota de Alaphilippe
Julian Alaphilippe, que estrenaba maillot arcoíris, perdió dos veces la Lieja-Bastoña-Lieja, la clásica más añeja del calendario. La primera de ellas, con cierto sonrojo, cuando levantó los brazos antes de tiempo para celebrar la victoria y se le coló por la derecha Primoz Roglic, en una fotografía de 'tierra, trágame'. Óscar Freire ganó así la Milán-San Remo a Erik Zabel en 2004 y una etapa de la Tirreno-Adriático a Mario Cipollini en 2003. La pifia se repite con cierta insistencia en el pelotón profesional. La segunda de ellas, aunque anterior en la cronología de los hechos, cuando dio un bandazo a la izquierda en pleno esprint que invadió la trayectoria de Marc Hirschi, quien a su vez sacó un pie del pedal y casi provoca un accidente. Los jueces descalificaron al francés, que pasó al quinto puesto del grupo delantero. Así, Alaphilippe pasó de saborear el éxito en un Monumento, a no subirse ni al podio. El campeón del mundo es amigo de la teatralidad en carrera, en la arraigada escuela francesa de Richard Virenque y Thomas Voeckler, y esta vez le trajo consecuencias fatales y esperpénticas.
Los errores de Alaphilippe sirvieron, al menos, para enmendar el camino de Roglic, que se torció hace dos semanas con una dolorosa derrota en el Tour. No es lo mismo, pero algo compensa. Lieja es una gran clásica. El esloveno compartió el podio con Hirschi y su verdugo de entonces, Tadej Pogacar, lo que reconfirma el buen fondo y el golpe de pedal que ha dejado la ronda francesa en sus participantes. Tras la coronación en París, Alaphilippe ha vencido en el Mundial, Hirschi en la Flecha Valona y ahora Roglic en La Decana. También abre un espacio de reflexión. Al haberse concentrado el calendario en tres meses por culpa del virus, hay más enfrentamientos directos entre los gallos y mayor espectáculo que en una temporada tradicional. Siempre hay que mirar el lado bueno. Y tomar nota.