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Fútbol, cultura y espectadores

Leí al escritor Agustín Fernández-Mallo que una tarde que tenía una presentación de un libro que coincidía con un Real Madrid-Barcelona, dejó encendido el televisor de su hotel con el partido sintonizado, a modo de protesta antes de salir hacia la librería. Mientras él hablaba para una audiencia pequeña, pero real, sabía que al menos una tele emitía el Clásico para nadie en aquella habitación cerrada. Aquel era un gesto de poética rebelión cultural contra el todopoderoso fútbol.

Anteayer presenté un libro en Bilbao junto a la escritora Txani Rodríguez. La fecha estaba reservada desde hacía tiempo, pero el caprichoso calendario fijó el partido del Athletic Club a la misma hora. Mientras conversábamos en la librería ante un puñado de personas, no podía dejar de pensar en la acción-protesta de Fernández-Mallo y en que cuando tuvo lugar no eran pocos lo que afirmaban con el puño en alto que si a los actos culturales acudieran las mismas personas que al fútbol, el mundo sería un lugar mucho mejor. Pues ahí estábamos. Por impensable que pareciera, la premisa se había cumplido (había más gente en la librería que en las gradas del estadio), pero no la conclusión. No, el mundo no es hoy un lugar mejor.

El Union Berlín celebra con aficionados en la grada.
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El Union Berlín celebra con aficionados en la grada.

Cultura y fútbol coinciden en la necesidad del público. Un partido sin espectadores es como un libro cerrado, algo inacabado, en un extraño limbo, en suspenso. Por eso es una alegría que se vayan dando pasos hacia el regreso del público a los campos. Parece ser que pronto se verán espectadores en los partidos de Champions. La Liga prevé el regreso del respetable para principios de 2021. Y hoy mismo unos centenares de aficionados podrán ver el Athletic-Deportivo femenino en Lezama. Con ellos volverá a ponerse en marcha la rueda. Imagino la escena de una niña llegando a casa a media tarde, su abuelo preguntándole qué tal el partido y ella narrando con pasión desbordada el gol de la victoria rojiblanca y me reconforto. Ahí, en ese espacio en el que el fútbol es celebrado con la palabra, crecimos como hinchas.