El Tour ilumina a la Vuelta

El Tour de la pandemia superó el reto. Cuando el 29 de agosto tomó la salida en Niza, en alerta roja por el virus, las dudas inundaban a la caravana ciclista. ¿La carrera más importante del mundo sería capaz de llegar 23 días después a París? Pues, sí. No sólo ha terminado, sino que lo ha hecho sin incidentes y sin ninguna influencia en el resultado deportivo. Dos positivos en un mismo equipo equivalían a una expulsión que nunca se produjo. Los datos que se han anunciado como oficiales sólo registraron cuatro infectados en cuatro escuadras diferentes en la primera jornada de reposo. En la segunda la cosa fue mejor, con ningún contagio en 785 test PCR. La burbuja creada en torno a los grupos deportivos ha funcionado, eso es evidente. Sólo fuera de ellos ha habido algún suceso chirriante, como que el propio director del Tour, Christian Prudhomme, abandonara la carrera por un positivo durante una única semana, mientras que la Célula COVID retiraba la acreditación e instaba a un aislamiento del doble de tiempo a periodistas en contacto estrecho con un afectado. Contradictorio.

El éxito deportivo del Tour, sin incidencias reseñables, se ha producido durante un periodo en el que Francia ha liderado los contagios en Europa, justo por delante de España. Son los dos países más castigados en este momento, lo que demuestra que el pelotón, en su burbuja y con disciplina, puede rodar por la ruta incluso en situaciones de alerta. Un mes después, el 20 de octubre, comenzará la Vuelta. En torno a su organización existe la preocupación lógica por la segunda ola, pero el trabajo intensivo continúa. Entre esas labores está la ardua tarea de coordinarse con nueve comunidades autónomas, que son las que tienen las competencias de Sanidad. A pesar de este elemento diferenciador, el buen desempeño del Tour debería servir de ejemplo. Y dejar pista libre al resto de carreras.