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La necesidad de forzar el destino

Es una de las obras más bellas y filosóficas que ha dado el belga de la canción francesa universal llamado Jacques Brel. En Cuando no hay más que amor, el artista grita un verso maravilloso que llama a "forzar el destino en cada cruce de caminos". Me acordé de estas palabras al leer ayer por la mañana la información de The Times. Porque así es para Kylian Mbappé en estos momentos cruciales de su joven vida y de su joven carrera. Está en un cruce de caminos y toda apunta a que está forzando el destino. Y, en mi modesta y lejana opinión, creo que es lo mejor que puede hacer. Mi compatriota es un chico inteligente, educado y sensato. Además de estar muy bien rodeado. No tiene agente ni una batería de asesores (muchas veces nefastos para cualquier futbolista) sino unos padres que le protegen y una abogada que se ocupa de sus contratos. Pensó junto con sus padres que era mejor pasar por el PSG antes de irse a otro país. Una decisión que se puede entender.

Sin embargo, a la hora de hacer un balance de estas tres temporadas parisinas, podemos decir que Mbappé no ha crecido como se podía esperar. No ha dado un gran salto cualitativo. Ni la presencia de Neymar a su lado, ni la participación, cada año, de su equipo en la Champions, le ha hecho mejorar (y diversificar) sus características ni corregir sus defectos. Además la liga francesa se le ha quedado pequeña. Sus fallos y su poco impacto en la final de la Copa de Europa, el pasado 23 de agosto frente al Bayern Múnich, lo demuestran. Sigue siendo un jugador fabuloso y su juventud invita al optimismo. Pero ya es hora de que conozca otra cosa. Y esa otra cosa se llama Real Madrid.