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Excesos inolvidables de una triste historia

William Shakespeare escribió tanto que cualquiera de sus obras sirve para interpretar lo que pasa y hace un ruido exagerado. Por ejemplo, del bardo inglés es Mucho ruido y pocas nueces, que hemos creído que es uno de nuestros refranes. La comedia de enredo que acaba de terminar en Barcelona puede favorecerse de ese título, pues dentro de algún tiempo la obra que surja del conflicto de Messi con Bartomeu podría llamarse como la famosa sentencia shakesperiana.

Empezó todo a la medianoche del 14 de agosto, cuando el capitán y su compañero Ter Stegen, el más goleado de la historia azulgrana, lloraban la tristeza común. En la segunda parte, testigo de la tempestad, se vio de nuevo al capitán abochornado con la actuación de sus compañeros, y se suponía que de sí mismo, pues él guió este once avergonzado. Al día siguiente Messi y los suyos lucieron peinados y duchados, cada uno en busca de sus reductos veraniegos, y algunos de ellos a destinos que distaban muchísimo del escenario de la derrota. Algunos fueron alcanzados por aficionados cuya indignación fue elaborada con la sal del insulto.

Una fotografía de Leo Messi en una tienda de Barcelona.
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Una fotografía de Leo Messi en una tienda de Barcelona.NACHO DOCEREUTERS

A la directiva le cayeron chaparrones y, finalmente, el capitán se giró contra Bartomeu tras la muy poco diplomática conversación de Koeman con su amigo del alma (y de pádel), Luis Suárez. De ahí al burofax hubo un paso. Ni Shakespeare lo hubiera concebido mejor como cierre del segundo acto de cualquiera de sus dramas, incluido Mucho ruido y pocas nueces. El ruido fue tan grande como una bomba en un estanque vacío.

A los que amamos al Barça ese episodio nos nubló el ánimo. Dimos por perdida para la historia uno de los más largos episodios de alegría que un solo jugador le ha dado al club. El ruido llegó hasta este viernes, y no fue menos triste que los demás actos de esta furia que armó el fax del jugador. Se dice que el capitán desensilló el caballo a duras penas, como si en esa decisión no hubieran tenido nada que ver, como él mismo ha dicho, con su amor y con sus deseos.

Es una historia triste, llena de excesos. Cuando el balón eche a andar las interpretaciones que ahora tiene esta difícil sinfonía de despropósitos tendrán su verdadero lugar, su explicación más racional. La pesadilla es ruido, pero si las cosas se ponen en orden habrá nueces, hasta que venga otra comedia de enredo a cuyo estreno seguro que no asistirá el villano que de momento se ha salido con la suya y que todavía es presidente del FC Barcelona.