Cristiano se fue bien. Y Messi...

El Madrid ganó su tercera Champions consecutiva, cuarta en cinco años, y Cristiano soltó un relincho que enfrió la fiesta. Parecido, por cierto, fue el que soltó de inmediato Bale, sólo que Florentino se enfadó con el primero y se bizcochó con el segundo. Tan errado, sin hache, estaba. A Cristiano le soltó por cien millones. Se fue a la Juve, dejando al Madrid tanto dinero como costó (cinco arriba, cinco abajo) más cincuenta goles por año durante siete años y esas Champions que arriba quedan consignadas. Fue una salida honorable. Cristiano encontró el cómo y el cuándo. Se fue con tres Champions consecutivas.

Messi no está en el mismo caso. Lo suyo no son tres Champions consecutivas, sino varias goleadas fuera en las que ofreció su cerviz al matarife. Una de ellas la levantaron a medias Neymar y Aytekin. Pero eso no ha obstado para que él siguiera, alimentado por los ventajistas que a su sombra obtenían renovaciones jugosas, apoderándose de la bandera descolorida de un Barça que fue y ya no es. Un Barça en el que no cabe Griezmann, campeón del mundo con Francia, compitiendo con el Atleti con el Barça de Messi y el Madrid de Cristiano, y una vez finalista de la Champions, Balón de Plata... Pero poco para Messi.

En fin, que el Barça se llevó ocho en Lisboa. Messi puede hacer un sicodrama, en connivencia con Piqué, que el día de autos tiró la piedra y escondió la mano. Pero los que se llevaron ocho fueron ellos dos y sus cuates, nunca capaces de aclarar, ni antes ni después (tan desprejuiciados como se exhiben generalmente), si fueron o consintieron en la salida de Valverde. En fin, que si Messi dice que se va ahora, y aún espero que no, dejará un tufo apeado con ese 8-2 sobre la espalda y una sola Champions en sus últimos nueve años. Tan diferente de las tres consecutivas, cuatro de cinco, de Cristiano.