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Un desastre para la F1

La Fórmula 1, como todo el deporte, afrontaba una temporada cargada de incertidumbres. Las terribles consecuencias de una crisis sanitaria, económica y social sin precedentes hacían difícil adivinar cómo iba a salir adelante un campeonato de esta complejidad. Sin embargo, de forma sorprendente, se ha diseñado un calendario más que digno, ojalá no surjan nuevas complicaciones que impidan su desarrollo. En condiciones muy especiales, por supuesto, sin público en las gradas y la frialdad que ello supone pero con carreras, que en definitiva es lo verdaderamente importante. Y resulta que ahora el gran peligro para la F1 no es una pandemia mundial sino la insultante autoridad de Lewis Hamilton, poderoso antídoto contra la emoción, el interés y el espectáculo.

Resultaba bastante evidente que el campeón daría continuidad a su racha en 2020. Obviamente su liderato no resulta ninguna sorpresa, lo descorazonador es que Hamilton se ha quedado sin rivales, así de sencillo. No es ya que gane, el problema es cómo lo hace. Su compañero Bottas se muestra tan tibio que rehúye cualquier complicación dentro de Mercedes, sus intentos se limitan a los imprescindibles y sin riesgo alguno. Verstappen y Red Bull han asumido la superioridad de sus rivales y se conforman con las migajas que dejen. Y poco se puede decir del desastre de Ferrari, una leyenda desdibujada con su peor monoplaza de los últimos tiempos. Así que, finalmente, casi que nos van a sobrar carreras, poco nuevo se puede esperar de las que vienen.