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Todo parece indicar que, después del tiempo y dinero invertidos en batear a conciencia las redes sociales, al Barça se le ha escapado un pequeño aunque peligroso detalle: el acoso al que docenas de cuentas relacionadas con los Boixos Nois someten diariamente a periodistas, columnistas, blogueros y otros opinadores en general. Ni una palabra se ha dicho desde el club sobre esto, al menos hasta el momento, y uno se pregunta si será por desconocimiento, desidia, transigencia o qué sé yo.

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Anadolu AgencyGetty Images

Que la buena educación y el respeto no tienen una gran aceptación en la red es algo que ya se sabía, de ahí que algunos nos hayamos acostumbrado a salir insultados de casa: ese no es el problema. Ofender no es tanto una cuestión de querer como de poder y hasta en esto quedan retratadas las carencias de los necios. A mí, sin ir más lejos, suelen llamarme el percebiño, algo que, lejos de molestar, emociona: así me llamaba mi abuelo antes de morir, por no entrar en la exquisitez extrema del bicho y sus desproporcionados atributos sexuales. Pero vamos, que tampoco escribe uno este tipo de columnas con intención de presumir. Tema distinto son las amenazas, más o menos veladas, que se reproducen, casi a diario, en nombre de una supuesta defensa del Barça sin que esto haya provocado que se encienda alguna luz de alarma dentro del propio club. ¿Acaso escapan estas prácticas de corte mafioso a la monitorización extrema de internet? Quién sabe, puede que sí o puede que no.

Parece mentira que, a estas alturas del partido, tengamos que recordar aquí el historial de este grupo violento y organizado que sigue ejerciendo su poder a la menor oportunidad, preferentemente en manada, como las bestias, y que cualquier día volverán a teñir de desgracia el mismo escudo que tanto dicen proteger. Cuesta imaginar peores compañeros de viaje en la conquista del mundo digital, pero las preocupaciones reputacionales de los actuales dirigentes parecen ir por otros derroteros. Mal asunto, pues sería este un buen momento para mostrarse menos puntilloso con las críticas recibidas y más escrupulosos en la defensa de las libertades individuales, incluida la de opinión: no hay por qué esperar a que el ultra ladrador, borracho de ira e impunidad, muerda.