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Zidane, el triunfo de la piel

El técnico sin ínfulas. La Liga del Real Madrid, y por tanto de Zizou, es el triunfo de la sencillez. El francés ha sido uno de los cinco mejores futbolistas de la historia y estéticamente habría que colocarle entre los tres mejores. Hizo campeón del mundo a Francia, marcó el antológico gol de la Novena Copa de Europa y, lo que es casi más meritorio, nunca mostró ninguna altanería. Ego cero, como si después de conceder cada deseo, tuviese que volver a su lámpara. El Zidane entrenador nunca se enredará en un vericueto táctico, ni procurará dar lecciones a nadie de cuál debe ser el mejor estilo. Tampoco meará colonia, ni leerá listas de árbitros en sala de Prensa. Zidane es un fantástico entrenador para el Real Madrid porque no ha perdido su esencia de futbolista. Sabe que lo vital, cuando hay talento y compromiso, es el feeling. Ese espíritu competitivo, esa ambición es la que ha hecho alcanzar este título al Madrid sin titubeos después del confinamiento. La falta de piel con los endiosados Bale y James era palpable, pero eso da aún más mérito al logro.

El valor del día a día. Simeone, mucho mejor pagado que Zidane por cierto, pasará a la historia entre otros muchos logros por su axioma del “partido a partido”. Zizou siempre apela, casi como un tópico al “día a día”. Por eso brotaron lágrimas en su rostro sobre el césped del Alfredo Di Stéfano cuando tomó consciencia de que había alcanzado su gran anhelo: la Liga. Conquistar cada Champions tiene un mérito extraordinario, qué decir de tres consecutivas, algo que no se repetirá en la historia del fútbol, pero la Liga tiene un sabor especial para los entrenadores porque marca el pulso real y continuado de un grupo de trabajo.

Los ingredientes del éxito. Menuda paradoja: a Messi le ha venido mal que se fuera Cristiano, pero a Benzema le ha venido fenomenal. Sergio Ramos ha asumido, sin fisuras esta vez, ese liderazgo dentro y fuera del campo y es el máximo responsable de que el Madrid tenga la defensa más goleadora de Europa. Courtois, que empezó titubeante, ha acabado de forma imperial y Casemiro es la bisagra que no se ve, pero que hace que todo el mecanismo funcione. Mano de entrenador.

La diferencia con Setién. No tengo dudas de que el cántabro es un gran técnico. Ha dejado impronta e identidad, en forma de canteranos, en todos los clubes por los que ha pasado. Dirigir a un grande es diferente. A Setién le ha faltado esa empatía con el vestuario y eso es lo que denota la indisimulada crítica de Messi a Ricardo Rosety sobre el momento del Barça. Se puede aprender tanto de la piel de Zidane… Dicho esto, el primero que debe salir es Bartomeu, que mantiene la herida abierta y en carne viva.