El trampolín soñado para Europa
Nadie siguió el tranco del Real Madrid desde el regreso de la Liga, y mucho menos el Barça, que ha dado impresión de declive irremediable. Lo anunciaba antes de la suspensión del campeonato, pero llegó a esa frontera con dos puntos de ventaja sobre el Madrid, que había perdido en sus dos últimas salidas, frente al Levante y el Betis, y venía de perder con el Manchester City en el Bernabéu. Era un equipo irregular, sin ajustar, poco fiable. Se produjo el confinamiento, el fútbol regresó tres meses después y el Madrid ha sido otro: eficaz y dominador. Sin derrotas en los últimos diez partidos, ha ganado la Liga que tanto deseaba Zidane, cansado de apurar el éxito en la Copa de Europa y de no disfrutar de la satisfacción del trabajo bien hecho en el día a día.
Nunca ha estado por debajo en el marcador y rara vez se le ha visto sufriente. En Getafe pasó un mal trago y en Granada se evaporó en el segundo tiempo, después de deslumbrar en el primero. El Madrid se ha impuesto por su mejoría defensiva, sostenida por un impecable Courtois, por fin reconocido como un porterazo por el madridismo, y los dos centrales. Varane y Sergio Ramos se han tomado los últimos partidos como un asunto particular. No han dado tregua a nadie.
Zidane sabía que contaba con una gran plantilla, la mejor de la Liga con mucha diferencia, y la ha utilizado con sabiduría. En cada partido escenificaba su aplastante poderío, recalcado por la variedad de sistemas que utilizó el técnico. Los adecuaba al perfil de cada partido y a las necesidades de mover un grupo amplísimo de jugadores. La nota ha sido buena o muy buena en la mayoría de ellos, con dos excepciones: Bale y James. Tuvieron sus oportunidades pronto. No las aprovecharon. Nadie se sorprendió.
La mezcla generacional funcionó. Los jóvenes (Vinicius, Rodrygo y Valverde) se hicieron sentir en el equipo. Vinicius conquistó el partido de Anoeta con una magnífica actuación. Rodrygo recuperó el pulso en los últimos partidos. Valverde no fue el pistón que empujaba al Madrid antes del parón, pero el equipo no le necesitaba tanto. El veterano Modric emergió como en sus mejores días. Si no ha sido el mejor del Madrid después del confinamiento, será porque Benzema ha estado imperial.
El delantero francés ha jugado maravillosamente (eso no es novedad en las dos últimas temporadas) y ha transmitido una sensación absoluta de jugador dominante. Ha jugado y ha disfrutado. Benzema ha sido el jugador de referencia en este campeonato. Ha marcado 21 goles, pero esa cifra no explica su grado de influencia en el Madrid y en el despegue final del equipo en la Liga.
Recuperado. Regresó Asensio después de casi 11 meses de ausencia. Lo hizo a lo grande, con un extraordinario gol y sin miedo. Su notable aportación añade más dinamita al equipo. De otra manera, porque su posición es distinta, Isco recordó por momentos al jugador que deslumbró hace tres años en el doblete Liga-Copa de Europa. Aquel Isco jugó la final de Cardiff contra la Juve y le quitó el sitio a Bale. No será fácil descartarle de la alineación frente al Manchester City.
Casemiro cometió un solo error, el que derivó en el gol del Granada en la segunda parte, durante la recta final del campeonato. Todo lo demás fue un ejercicio de sabiduría defensiva y eficacia en el campo. Se reservó además algún momento estelar con el gol. Es una pieza tan básica en el Madrid que Zidane reza para que Casemiro no agarre un resfriado.
El Madrid sale de la Liga mucho mejor del que dejó el campeonato en marzo. De las dudas ha pasado a la confianza, construida nada menos que con diez victorias consecutivas y un título que esta vez ha perseguido sin cometer distracciones. El mejor trampolín para aventurarse en la Copa de Europa, el territorio fetiche del madridismo.