Una obra maestra de Zidane

Eran las 21:28 y Osasuna ya se había adelantado en el Camp Nou . Casemiro cortó una mala salida del Villarreal, entregó a Modric y este abrió para Benzema, que se le había ofrecido con un desmarque en zig-zag para confundir a la defensa y completó la maniobra colectiva con un tiro sereno, entre las piernas de Sergio Asenjo. Desde ese momento se podía dar campeón al Madrid por el rigor de su juego, que venía acompañado por la noticia de que a seiscientos kilómetros de allí el Barça estaba en desconcierto. Así que no fue extraño que acabara la noche con victoria del uno (la décima del desconfinamiento) y derrota ominosa del otro.

Claro, que hasta llegar a eso pasaron cosas, entre otras la muy fea de otro penalti a favor del Madrid en el que yo no vi nada ni me gustó su resolución, con un intento chapucero de marcarlo con lujo, que llevó a repetición trasformada con Benzema. Fue su gol número 21. Un penalti para consolar a Piqué y alimentar a los antimadridistas de toda España. Un gol cuya importancia creció cuando Iborra hizo el 2-1. Luego, el Villarreal apretó, un empate le metía en Europa, pero chocó en Courtois e incluso se salvó del 3-1 por el VAR, que esta vez contrarió al Madrid, anulando un gol de Asensio tras jugadón butragueñista de Vinicius.

Al final, la caída del Barça mandó al limbo cualquier polémica. Pero son las anécdotas del último día. LaLiga no se gana el último día, sino en 38, y el que la gana es el mejor. El mejor ha sido el Madrid, puesto en pie por Zidane de una forma prodigiosa. Llegó a mitad de la temporada pasada a hacerse cargo de un grupo que había quemado a Lopetegui y Solari. Un grupo con aire gastado, como empachado de títulos y autosuficiencia, que parecía aconsejar una renovación profunda. Pues con esos mismos (los refuerzos, salvo Mendy, no han aportado nada) Zidane se ha hecho con este título. Ha sido la obra maestra de un entrenador superior.