La F1 es un trabajo de equipo
En la Fórmula 1 un piloto sube los domingos a un monoplaza, se juega el bigote e intenta hacerlo lo mejor posible. Es el gran protagonista, con frecuencia el héroe y en ocasiones quizá el villano. Pero nunca está solo. El automovilismo, al igual que el motociclismo, es un deporte de equipo, aunque no sean todos sus componentes los que saltan a la pista. En el segundo capítulo de carreras en Austria se han constatado dos ejemplos de una evidencia incontestable. El más clamoroso el desastre de Ferrari, incapaces de imponer cierta disciplina antes de sufrir el abandono de sus pilotos en un exceso innecesario de ímpetu de Leclerc al intentar adelantar a Vettel. Quedaba todo el gran premio por delante y las ambiciones de la escudería se esfumaban por una agresividad absolutamente gratuita.
La otra muestra para este botón del esfuerzo colectivo lo padeció Carlos Sainz. Tras una calificación memorable bajo la lluvia, su tercer puesto en la parrilla invitaba a un optimismo contenido. Pensar en el podio se antojaba ambicioso pero no utópico. Cumplió en la arrancada y se defendía del mejor modo posible hasta que los mecánicos de McLaren la pifiaron. Una rueda que no encaja en el cambio de neumáticos y las aspiraciones del madrileño desaparecen en pocos segundos. Cosas que pasan, sin duda, no siempre se acierta y en esta ocasión el tropiezo llegaba en el momento más inoportuno. Por todo ello es tan importante recordar la trascendencia del trabajo en grupo, el talento sirve de poco cuando no se encuentra arropado por la eficacia.