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El 4-3-1-2, la tecla adecuada

El bote de ketchup del Barça se desbordó en Villarreal. Hacía tiempo que no se veía un Barça así. No sólo reivindicativo, también futbolístico. Ayudado por las bondades del Villarreal, un equipo que siempre propone, el Barça jugó una primera parte magnífica y sacó el as que, tal vez, debió mostrar hace tiempo. Después del fiasco del 3-1-4-2 de su llegada, y del 4-3-3 más convencional, Setién se decidió al fin, seguramente con la connivencia de los jugadores, a jugar con Messi y Griezmann por dentro y Suárez como matador. De tres jugadores tan absolutamente devastadores sólo puede esperarse lo que pasó cuando hay química. Un triunfo arrollador. Griezmann es un jugador muy bueno dentro del área, así que casi mete el 0-1 que empujó Pau Torres contra su portería y se marcó una obra de arte en el 1-3, una especie de liberación absoluta, pero muy íntima. En lugar de reventar un balón, la catarsis de Griezmann fue una vaselina finísima, una manera de ponerse en paz consigo mismo.

Este partido al Barça le deja pocos cambios en términos clasificatorios. LaLiga ya está volcada para el Madrid, en unos terminos postconfinamiento muy particulares y sorprendentes, de los que se está hablando menos de lo preciso por cómo metió la pata el Barça en Sevilla, Vigo o ante el Atlético. Futbolísticamente, sin embargo, le deja un camino o varios. Para el presente y el medio plazo. El Barça sigue siendo un equipo amenazante que puede ser arrollador si deja de anular a uno de los mejores jugadores del mundo como ha hecho hasta ahora con Griezmann. Y también puede amenazar con la pizarra. Con extremos, si es necesario acudir a Ansu. Pero sobre todo con tres delanteros de fama mundial que, si encuentran la manera de mezclar, pueden darle la vuelta a la temporada del Barça sin necesidad de pasar por la tecnología.