Señales de vida
"Ni al parchís me gusta perder", esgrimía Abelardo hace seis meses, recién apeado de la Copa el Espanyol por una imparable Real Sociedad. En realidad, no jugaba al parchís sino al ajedrez el asturiano, que tiró descaradamente de suplentes en Anoeta exactamente igual que después lo haría en la Europa League ante el Wolverhampton. Jaque mate en ambas partidas y estrategia fallida, porque aun descansando los titulares se siguieron escurriendo entre las arenas movedizas de LaLiga.
El Real Sociedad-Espanyol del pasado 22 de enero supuso el primer Game Over a una competición de este curso, y el de esta noche puede deparar virtualmente el tercero, en este caso a una Primera División que se les escapa a los pericos como arena de playa entre las manos tras 26 cursos ininterrumpidos. Tratándose de un año bisiesto, hoy se cumplen justamente 365 días desde que inició el Espanyol el 3 de julio de 2019 la pretemporada cargado de ilusión. Con la vuelta a Europa. Y con Borja Iglesias y Hermoso aún en la plantilla. Sin 60 millones de gasto en fichajes, ni falta que hacía. Y también sin Rubi.
El año más interminable, dantesco, delirante y agónico en la historia del Espanyol –también del femenino, que se salvó por la pandemia sin haber logrado una sola victoria– se salda con tres entrenadores destituidos (Gallego, Machín y Abelardo), con unos futbolistas incapaces de adaptarse a ningún libreto, con infinitas oportunidades perdidas de subirse al tren de la salvación y con el director deportivo partícipe del desastre, Rufete, en el banquillo. ¡Ah! Y con un presidente que haría bien en dar señales de vida. La que se le agota al Espanyol en Primera.