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Messi ahoga su gol 700

El 700 del 10. El vodevil de los penaltis deja para la historia la canción del gol 700 de Lionel Messi. Un lanzamiento perfecto, a lo Panenka, nada más amanecer la segunda parte. Tras la repetición del penalti que paró y después no paró Ter Stegen, en este sorteo que a veces son las faltas en el fútbol le tocó a Messi la suerte decisiva, y lo hizo como si estuviera inspirado por los juegos de la edad de la inocencia, que conserva ahora que ya está, como diría Luis Landero, jugando con las dudas que la madurez pone en los pies. Hasta entonces el empate parecía un destino azulgrana, sus jugadores heridos por la exigencia de Hernández Hernández de repetir el penalti tonto que hizo Arturo Vidal. Setecientos golpes en quince años fueron, en ese mismo instante, alegría para Messi y alivio para un Barça que ahora se ahoga hasta en los entrenamientos y que gracias a Messi conserva el salvavidas con el que acude a este momento raro de LaLiga.

Riqui y el entusiasmo. El fútbol tiene esa parte de ilusión que acompaña al niño a querer ser el mejor del campito y luego el mejor de los infantiles y más tarde… Y más tarde ese muchacho quiere ser Riqui Puig. Su disposición para competir es su identidad; su ilusión por contribuir, desde su ambición reestrenada, a un equipo de estrellas sólidas o en proceso de decaimiento le dan al Barça de ahora, tan perjudicado por el desánimo, la alegría de jugar como si este fuera el primer o el último partido de su juventud. En medio de esta angustia existencial del Barcelona este chico es una luz que alumbra un árbol que se llama futuro.

Messi y el estilo. Sin solución de continuidad, el rosarino ha estrenado dos pelados retrospectivos, que en Carrusel han ido contando como si el mejor del mundo estuviera escenificando éxitos pasados. De Messi se persiguen hasta los escasos vocablos que dice en el campo, porque su imagen vale más que mil palabras, y sus peinados de estos tiempos de después de la tragedia del virus se parecen como análisis de sangre: qué tal va su ánimo, se pregunta la gente, y entonces él se peina de una manera o de otra, como si de estilo ya no se supiera solo por lo que hace con los pies sino en función de cómo lleve la pelambrera.

Setién y la memoria del agua. El partido tenía algunas incógnitas, pero una de ella tenía que ver con ese momento de agua que LaLiga se ha sacado de la manga para que el espectáculo tenga más emoción gracias a una pausa. Como hace unos días, el Barça dio tanto que hablar por el desdén de Messi por lo que le decía el asistente de Setién, esta vez el entrenador se esforzó por parecer el padre superior de la cofradía, y no hubo nada que hiciera pensar que el equipo estaba tan lesionado de alma, o de educación, como se ha dicho. Estos hechos de agua dejan ya más especulación que memoria. Y, en el marcador, 2-2, final de un vodevil intenso pero melancólico.