El chándal y la gorra contra el traje y el tacón

El chándal y la gorra de Rufete, de vestusto entrenador el día de su debut, justo cuando le visitaba un galáctico en traje. Zidane. El estajanovismo contra la elegancia. Y, para decantar el partido, un tacón. El glamour. Nadie que viera el Espanyol-Real Madrid diría que se enfrentaron el líder de LaLiga contra un colista que compareció en el RCDE Stadium desahuciado ya, por la victoria minutos antes del Eibar. A diez puntos de la permanencia, cuando restan 18 en juego. De eso se trataba anoche, aunque de puertas afuera se siguiera hablando de esperanzas: de despedirse con dignidad de la categoría. Y lo hicieron los pericos tras su enésimo bandazo de una temporada tremebunda.

Vertical e incisivo, aun falto de balón, bien replegado, con el recuperado Raúl de Tomás y el recurso de Embarba por dentro, con el desparpajo de Nico Melamed al final, mostró el Espanyol al menos el arrojo del que no tiene nada que perder. No pareció que jugaran los pericos el partido más importante de sus vidas, como predijo Rufete, pero al menos maquillaron su imagen de equipo desalmado. Como rebelándose. El propio aspecto físico del nuevo técnico evocaba al Alain Delambre de Recursos inhumanos, interpretado por otro exfutbolista, Cantona. Como el Bombita de Relatos salvajes o el De Niro de Taxi Driver. Personajes que se sublevan contra el poder establecido. Como deberá hacer el Espanyol para volver cuanto antes a Primera. Su lugar.