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Djokovic se desboca

Vaya por delante que Novak Djokovic es un tenista fantástico, un número uno mundial con el balance favorable frente a Rafa Nadal y Roger Federer, sus colegas del Big Three. A eso une un carácter afable y extrovertido, además de un espíritu solidario que ha demostrado con sus acciones para apoyar a los damnificados por el coronavirus, tanto en su Serbia natal como en su España residencial. Nada de lo que aquí se escriba debe entenderse como una crítica al tenista, ni tampoco a los hábitos festivos del personaje. Djokovic es un jugador excepcional, y lo va a seguir siendo. Y también un tipo divertido. Nada de eso está en entredicho. Pero sí la contradicción que supone ser el presidente del Consejo de Tenistas, luchar por un óptimo regreso de tu deporte tras el parón, cuestionar las condiciones sanitarias del US Open, y al mismo tiempo tirarte una semana desbocado con un comportamiento opuesto a la prudencia que exige la pandemia. Es verdad que todo ha ocurrido en Belgrado, una ciudad menos expuesta al virus que otras, pero no hay lugar libre de peligro. Y a las pruebas me remito.

La confirmación de que la amenaza sigue latente ha sido el positivo de Nikola Jankovic, un jugador de baloncesto que coincidió en un homenaje con Djokovic. También con Nikola Jokic, a quien esperan por la NBA. Nadie está exento de un contagio. Y si sólo hubiera sido este desliz, tampoco habría mucho que afear a Nole. Pero todo ha sucedido en una negligente semana en la que también le hemos visto abrazarse a diestro y siniestro en el Adria Tour, con las gradas llenas de aficionados sin distancia social y sin mascarilla. Como colofón ha trascendido la juerga posterior, acompañado por Dominic Thiem y Alexander Zverev, otros dos top-ten. Nada de esto, por separado, tendría nada de malo si no fuera porque estamos en plena pandemia… Y con el futuro del tenis sobre el tapete.