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Tres pandemias tienen que venir para que yo vea un partido de la Bundesliga", me escribe un amigo por teléfono. Mientras lo leo, hundo el culo en el sofá para un Borussia Mönchengladbach-Bayer Leverkusen improbable en cualquier otra época. Al poco, el realizador enfoca la grada y me tengo que frotar los ojos. No esperaba gente en ese plano pero sí al menos un digno cemento escalonado, con esos preciosos paravalanchas que hermanan de alguna manera dos realidades tan dispares como el fútbol alemán y el argentino, pero no: ¡aparecen caretas! Cartulinas con las jetas estampadas de los aficionados. No lanzo el mando a distancia contra el televisor porque mi dinero me costó y porque cuando ya lo sujeto en alto, fuera de mí como el mono de 2001: Una Odisea en el Espacio, leo que es una iniciativa benéfica de los hinchas locales.

Sentí algo parecido viendo los aplausos de los jugadores del Borussia Dortmund al famoso muro amarillo del Westfalen, ahora desierto, la semana pasada. Leí en muchos sitios que había sido un gesto bonito. No dudo de la buena voluntad de Haaland y compañía pero ¿a quién aplaudían?, ¿a los grupos de aficionados que han rechazado precisamente un fútbol sin gente desde que la Bundesliga planeó regresar? De estos gestos me chirría la caricaturización del aficionado. Explicar al hincha como un muñeco que está ahí para gritar, aplaudir, manchar el asiento con algo de color y poco más. Si acaso lucir bien en la foto, como las cartulinas en Borussia Park aunque fueran por una buena causa.

Achraf, Balerdi y Haaland aplauden el pasado sábado.
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Achraf, Balerdi y Haaland aplauden el pasado sábado.

Nos acostumbraremos a este fútbol aséptico como nos acostumbramos a las mayores desgracias de esta pandemia. El ser humano llora muertos y a la semana siguiente se sube a lo alto de un autobús para celebrarse a sí mismo envuelto en una bandera. Tristemente nos acostumbraremos, pero yo ahora recuerdo una idea que le leí a Martín Caparrós el otro día. Hay épocas que desean su futuro y se afanan con alegría en construirlo y otras que imaginan el futuro como un amenaza. Los aficionados del fútbol que viene están claramente en la segunda.