El ejemplo de Phelps

Cómo estás? Nos preguntan cada día. ¿Y cuántas veces contestamos que bien y seguimos adelante? ¿Cuántas veces admitimos la verdad tanto a nosotros mismos como a los demás? ¿Quieres saber mi verdad? ¿Qué tal estoy? ¿Cómo estoy llevando la pandemia y el confinamiento? Lo diré de esta manera: "Sigo respirando". Éste es el comienzo de la carta que Michael Phelps ha publicado en ESPN y en la que habla sin tapujos de su depresión y de lo duro que le está resultando lidiar con ella ahora. Porque se suponía, como él escribe, que ya la había superado después de estar en terapia, cerrar de manera brillante su carrera en los Juegos de Río 2016, casarse y tener hijos. "Pero esta enfermedad nunca se termina. Tienes días buenos y malos. No hay un final", añade.

El ejemplo de Phelps va mucho más allá de su extraordinaria trayectoria como nadador, siendo el deportista más condecorado de todos los tiempos con 28 medallas olímpicas, 23 de ellas de oro. Ya habló abiertamente de sus problemas antes de despedirse en Río y rompió en pedazos el tabú de que alguien como él, un deportista célebre, adorado y millonario, podía sufrir depresión. Entonces afirmó que la terapia le había salvado literalmente la vida porque había tenido ideas suicidas. Ahora vuelve a desnudarse emocionalmente para contar que el confinamiento y la pandemia le han golpeado duro y que él, como tantos otros, está "luchando contra los demonios interiores más que nunca".

Michael Phelps, con sus 28 medallas olímpicas.

La ausencia de rutinas y la ansiedad añadida por la crisis global que ha causado el COVID-­19 se están cebando con los más vulnerables física y mentalmente. Y la lección de Phelps es que nos puede suceder a cualquiera de nosotros, que no hay que vivirlo como algo vergonzante, sino que es necesario pedir ayuda y que hablar sobre ello es un alivio y un paso necesario. Su testimonio es más valioso que todas sus medallas. Después de leerle, cuando me pregunten qué tal estoy, empezaré por decirme la verdad. Es un comienzo.