Hechos no palabras
Como se aconseja en la Armada, siempre es preferible un barco grande porque si tenemos mala mar, navegaremos más tranquilos. Y eso es lo que le pasa al deporte femenino que navega en canoa y cuando hay mar de fondo es difícil mantenerse a flote. Tanto el fútbol femenino como el baloncesto han cancelado sus competiciones, bueno ellas no, sus federaciones. Y yo me pregunto: ¿Por qué unos sí y otras no? Si Valdebebas está preparado para que se entrenen ellos ¿por qué no lo pueden hacer ellas y terminar en un mes lo que les queda?; si la ACB busca jugar sus playoffs, ¿por qué tanta prisa en cancelar la competición de básquet femenino? Es como si sólo se buscaran soluciones para unos. El resto existe pero no importa.
Nadie se imaginaba un 2020 tan agitado: huelgas, un mísero convenio y una pandemia que lo ha rematado de muerte. La suspensión del fútbol femenino no ha gustado a muchos clubes porque supone perder casi 700.000 euros por derechos televisivos. Tampoco ha gustado a las jugadoras porque piensan que no se valoró seriamente su vuelta. De la misma forma que se ha analizado durante horas, días y semanas la vuelta de LaLiga, ¿cuánto tiempo han necesitado para bajar la persiana a la femenina? Ya sé lo que estás pensando: "Es que no generan lo mismo". Dejadlas que generen lo mismo. Así es imposible. No cuentan con las mismas oportunidades, ni se les considera profesionales. Según la RFEF, su importancia está por debajo de los juveniles.
No sólo la igualdad se tambalea en España, en Estados Unidos, la National Women Soccer League no ha empezado con buen pie. La corte ha desestimado la demanda de la selección femenina por desigualdad salarial aunque ellas sí generan más beneficios, ganan más campeonatos (cuatro Mundiales y cuatro Juegos Olímpicos) y tienen más audiencia televisiva que ellos. No sólo el fútbol femenino está siendo perjudicado, todo el deporte femenino se verá afectado por la reducción de patrocinios, salarios, apoyos y contratos. Muchas atletas que se preparaban para Tokio 2020 tendrán que apañárselas un año más. Y lo que es peor, vivir con la incertidumbre. Aparte de los problemas financieros están los de calendario, por ejemplo: las ciclistas profesionales no saben cuándo será el Women's World Tour, mientras que sus colegas masculinos tienen fechas del Tour; las futbolistas jugarán el Europeo en 2022 en Inglaterra, coincidiendo con los Commonwealth Games. Si la situación de las deportistas era complicada, ahora es peor. Pero como dice una amiga mía: "Para nosotras es un día más, estamos acostumbradas a sacar oro de la nada. Es lo que nos ha tocado".
La sociedad no puede esperar éxitos del deporte femenino si no se cuida a sus activos más valiosos, las deportistas. Si estas no pueden desarrollar todo su potencial, no conseguirán esos triunfos que han hecho más visible al deporte femenino y han llevado la marca España fuera de nuestras fronteras. Es el momento idóneo para crear cimientos más sólidos, para invertir en la sostenibilidad del deporte femenino a largo plazo. Sólo cabe esperar que ninguna deportista se quede sin club, sin equipo o deje de competir. ¿De verdad se apuesta por el deporte femenino? Como decía mi abuela: "Hechos, no palabras".