Azúcar, canguros y fichajes de Burkina

Slutsk es una ciudad pequeña. Tiene 60.000 habitantes y está situada cien kilómetros al sur de Minsk. Su equipo de fútbol jugó por primera vez en la máxima categoría de Bielorrusia en 2014. Desde entonces, su mejor clasificación ha sido una octava plaza. Sin duda, se trata de un club modesto al que le cuesta atraer la atención de los aficionados incluso en su propio territorio. Sólo el patrocinio de la refinería local de azúcar conseguía sostener sus finanzas y hacer viable el proyecto de permanecer en primera división. Hasta que las grandes pérdidas de la fábrica le hicieron retirar la inversión a principios de este año. La campaña 2020 se presentaba especialmente difícil, pero la pandemia del coronavirus lo cambió todo.

Incapaz de pujar por los futbolistas más cotizados del mercado nacional, el Slutsk apostó por foráneos desconocidos. Se fijó, sobre todo, en el mercado africano. Fichó a tres jugadores de Burkina Faso y a uno de Nigeria. El objetivo era no sufrir por la permanencia. El rendimiento que iban a dar los recién llegados era una absoluta incógnita, pero el técnico ucraniano Vitaly Pavlov lleva ya tres cursos consiguiendo que el comportamiento colectivo del Slutsk le permita ser un conjunto rocoso y difícil de batir incluso para los que disponen de individualidades mucho más talentosas. Se diría que ha armado una estructura que recuerda a las que sacan petróleo en Segunda B: fortaleza física, juego directo, importancia capital del balón parado, orden táctico y defensa en bloque de los once jugadores. Souleymane Koanda, el central burkinés que destaca por su imponente presencia, remata casi todas las acciones de estrategia cuando se incorpora al ataque.

Los jugadores del AFC Slutsk celebran un gol en la liga bielorrusa.

En la primera jornada, el Slutsk se enfrentaba al Slavya Mozyr. El coronavirus había detenido ya prácticamente todas las ligas del mundo, de modo que el inicio de la competición bielorrusa despertó un gran interés en todo el planeta. Un grupo de australianos se reunieron en los comentarios de una transmisión del partido por Youtube. El nombre del Slutsk les pareció gracioso, y entre esta circunstancia y que el encuentro tuvo cinco penaltis, pasaron un buen rato bromeando sobre lo que estaban viendo. Quedaron tan encantados que decidieron reunirse cada vez que el Slutsk jugara. Pronto fueron leyendo más sobre su nuevo equipo y descubrieron las dificultades económicas por las que atravesaba. Recaudaron fondos en la red y consiguieron 3.000 dólares para ayudar al club. Cuando la noticia llegó a Bielorrusia, la moral del equipo se disparó.

Tras haber sumado diez de los doce últimos puntos en disputa, el Slutsk lidera la liga bielorrusa contra todo pronóstico. El sábado pasado incluso fue capaz de ganar en el campo del histórico Dinamo de Minsk con goles de sus otros dos burkineses: Salou y Abdoul Gafar. Los jugadores celebraron los tantos imitando los saltos de los canguros para agradecer la fidelidad de su hinchada australiana, que estaba despierta viendo el choque por streaming en la madrugada de su país.