Ediciones
Resultados
Síguenos en
Hola

Volver a empezar

Desde que hemos puesto el presente en pausa, nos obligamos a imaginar cómo será el futuro próximo, y no es fácil. Quizá por eso me acuerdo a veces de Marcelo Bielsa. ¿Qué estará haciendo en Leeds? ¿Cómo ocupará esas doce horas diarias que normalmente pasa en el club? La pregunta sirve también para otros entrenadores, claro, pero en el caso de Bielsa tiene más sentido. Sabemos que su cabeza no para de darle vueltas a eso del fútbol, pero además tiene la capacidad crítica de analizar las cosas con una perspectiva distinta, donde el balón no es el centro de todo. Así, me imagino al argentino en una especie de laboratorio mental, repasando videos de partidos y calibrando los pasos que le faltan para llevar a su equipo al ansiado ascenso a la Premier. Pero también es posible fabular con su postura ante lo que veremos en los próximos meses…

En ese libro imprescindible que es En qué pensamos cuando pensamos en fútbol, el filósofo Simon Critchley recordaba una frase precisamente de Bielsa: "El mundo del fútbol cada vez se parece menos al aficionado y más al empresario". A la luz de estas palabras, la inevitable competición a puerta cerrada, durante lo que quede de temporada, se me antoja como un recurso que beneficia más al empresario que al aficionado. Fútbol por correspondencia, sin ruido y sin furia.

Marcelo Bielsa, entrenador del Leeds.
Ampliar
Marcelo Bielsa, entrenador del Leeds.Action Images

En su libro, Critchley también escribe que, cuando vamos al campo, los aficionados nos comportamos como dioses griegos que contemplamos a nuestros héroes, y este pacto ficticio hace posible que nos olvidemos de los males del fútbol: capitalismo, racismo, violencia… Lo que me lleva a pensar que este periodo de fútbol sin público en las gradas debería verse como un purgatorio: una oportunidad de hacer un reset al juego bonito y disminuir esa distancia entre la afición y el negocio, de la que se quejaba Bielsa. Volver a empezar como si fuéramos 20 años atrás, reducir las cifras grotescas de los contratos y los traspasos. Es difícil, ya lo sé, pero con suerte no nos quedará otro remedio.