Los balones del capitán Nevill
El capitán inglés de 21 años Wilfred Nevill estaba en 1916 al frente de un batallón destinado a una muerte segura. Sus soldados sabían que tras la trinchera sus posibilidades de alcanzar las líneas alemanas con vida eran ínfimas. Ningún honor compensaba el terror. Nevill sólo encontró un manual de instrucciones: el fútbol. De madrugada repartió cuatro balones. "La Gran Final de la Copa Europea: East Surrey vs los bávaros", escribió en uno. "Sin árbitros", rotuló en otro. A las 7:27 de la mañana los cuatro balones fueron pateados hacia los alemanes. El objetivo de los cuatro pelotones era recogerlos y llevarlos a la línea de gol. En las primeras 24 horas de la Batalla del Somme de la I Guerra Mundial en Montuaban (Francia) murieron 20.000 hombres. El batallón East Surrey alcanzó de sobra sus objetivos pese a la muerte de los cuatro soldados que lanzaron los cueros, incluido el capitán Nevill.
Ahora que tanto se habla de guerra conviene recordar la importancia de jugar en equipo para ganar batallas. España ha demostrado ser una potencia mundial en el deporte colectivo. Todos esos bloques campeones estaban formados por gentes de todo tipo de ideas y orígenes. Unidos para ganar y para sufrir. El Daily Mail dedicó el siguiente poema a la hazaña del batallón del capitán Nevill. "Conducen el balón, para ellos el miedo a la muerte es una expresión vacía. Fieles a la tierra que los parió los de East Surrey, jugaron el partido".
Llevamos muchos días encerrados. Las finales de Copa repetidas de Teledeporte empiezan a perder su efecto nostálgico. Las pérdidas de sueldos y empleos liman la fe en la política, en la ciencia y hasta en el matrimonio. Ahora empieza lo duro. El fútbol puede ser una metáfora más potente que la guerra para explicar las adversidades. Y si decidimos regatear por nuestra cuenta la cuarentena tenemos muchas más opciones de perder el partido que si jugamos en equipo, nos quedamos en casa y sufrimos juntos. Juguemos el partido como los chicos de East Surrey.