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La tribu de los malencarados

Los que están en el palco tienen peor cara, la verdad. Son los dueños del campo, pero no es claro que sean los dueños de los goles. Ahora a los que mandan habitualmente desde el palco se superponen, desde distintos y antagónicos palacetes de poder, los principales mandatarios de la Federación Española de Fútbol y de LaLiga.

Dotados de una antipatía que parece encarnada en el cargo, aunque en algunos casos viene de fábrica, han convertido el peor momento de aquello que manejan en una riña de gallos marcada por sus respectivas malas caras. En una época en que la sociedad pugna por sacar dignidad contra la crisis, el fútbol empezó regateando sobre sueldos millonarios, hasta que se supo que eran peores los clubes.

Y cuando estos ERTE se resolvieron entre malas caras, reapareció la eterna trifulca entre directivos de los ejes de la competición, Luis Rubiales y Javier Tebas. Ambos han mezclado sus mutuas y enquistadas antipatías personales para hacer explotar lo que podrían haber sido sencillos y deseables acuerdos básicos para convertir el malhumor de sus malas caras en la presente trifulca de gallos.

Los futbolistas son, en muchos casos, más engreídos que sus directivos, a los que también someten en muchas ocasiones a sus malas caras, pero lo que están haciendo el presidente federativo y el de la patronal de los clubes supera el malhumor que se les sube a la cara a los multimillonarios. A este paso, mal asunto, van a conseguir que el fútbol no les guste ni a los niños.