Liverpool
Todo empezó hace unas ocho semanas cuando caí en la cuenta de que en marzo de 2020 jugaba el Atleti en Liverpool y de que en abril de 2020 se cumplían 50 años del anuncio de McCartney: los Beatles se separan. Así que empecé a pensar en ambos acontecimientos como si fueran uno solo. Tenía que estar en Liverpool esos días como fuera. La preparación del viaje me tuvo en vilo muchos días por problemas de infraestructura y de coronavirus. Todavía no entiendo como un país tan supuestamente sensato como el Reino Unido haya dejado entrar a 3.000 personas, en su mayoría procedentes de Madrid, en su territorio, y especialmente en un espacio relativamente reducido como el infierno/cielo de Anfield. Al final viajé el 9 por la noche y pude dedicar el día 10 entero a recorrer los santos lugares de los Beatles. Paseé junto a John Lennon por Mendips, su hogar de niño donde aprendió a tocar la guitarra y a componer las canciones más bellas del mundo, y conocí de su mano también los jardines de Strawberry Field, para terminar la jornada emocionado y feliz en The Cavern, tomando cervezas junto a otros atléticos.
El día 11 fue eminentemente futbolero. Llegar por la tarde a Anfield y ver ese ambiente traspasa a cualquiera, por más pecho frío que uno sea. Y yo no lo soy, soy más bien un blandito. Así que entrar en ese estadio después de haber paseado con Lennon tantas horas fue la culminación a dos días perfectos e inolvidables de mi ajetreada y emocionante vida. Pero quedaba el partido, ¡ay, el partido!
El hombre de la fe intacta se sentó en su gélido asiento de ese gélido estadio y soltó un par de lagrimones escuchando You’ll never walk alone cantado por 50.000 almas inglesas. Hemos venido a este mundo a sufrir, pensaba el hombre de la fe intacta mientras rezaba a 'San Jan Oblak' cada minuto. Pero yo estaba seguro de que la táctica del Cholo iba a funcionar: aguantad los arreones, que nos iremos agigantando según pase el partido y al final seremos nosotros los que soltaremos la última carcajada y los que nunca caminaremos solos. Dicho y hecho. Ha nacido un ídolo de apellido Llorente. Horas más tarde hablaba con mi amigo Paco Gento, hijo de Gento, primo de Llorente, y le decía: "¿No estáis hartos de traer genios al mundo?". Tengo que reconocer que siempre pensé que si nos eliminaban me quedaría un gran consuelo por haber paseado con Lennon por los santos lugares. Pero esta vez los Beatles, los fabulosos 4, the Fab Four, fueron John Lennon, Paul Oblak, George Llorente y Ringo Simeone.