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El fútbol, primer cortafuegos del virus

He visto dos partidos de enjundia a puerta cerrada: un West Ham-Castilla de Recopa y aquel Madrid-Nápoles de la Quinta y Maradona. Resulta irreal, con un silencio oprobioso salpicado de los gritos de los jugadores y los golpes al balón, sonido éste cuyo tono anuncia si el pateo ha sido bueno o no. Todo ello duplicado por el eco. “Estadio vacío, esqueleto de multitud”, escribió Benedetti, y lo recordé las dos veces, por el aire fantasmal de aquellos partidos. Así será el Valencia-Atalanta de esta noche, y así se anuncian el Sevilla-Roma y el Barça-Nápoles. En Italia se ha pasado del campo cerrado a la interrupción del campeonato.

Parejo se queja, los aficionados del Valencia se quejan. Allí el virus llegó pronto, pero no se ha disparado el contagio. El problema es que el rival es italiano, 2.500 hinchas habían comprado entrada y al menos mil insensatos mantenían la idea de viajar. Algunos ya están allí. ¿Cómo discriminarles? Una idea era que sólo entraran, acreditados con carnet de identidad, los abonados. Así no habría filtraciones, pero se ha desechado. Parejo se preguntaba por qué la misma gente que está yendo diariamente, por miles, a la mascletá de mediodía en la Plaza del Ayuntamiento no puede ir a Mestalla. Es una pregunta que no tiene respuesta.

Quizá esta crisis acabe devorando las Fallas, la Semana Santa, la Feria de Sevilla, la de San Isidro, los Sanfermines y quién sabe cuántas cosas más, porque la mano viene brava, pero de momento lo que le toca al fútbol es cumplir con lo que se disponga. Si ha sido elegido como primer cortafuegos del contagio (desde mañana le seguirán los centros educativos en Madrid, Vitoria y Labastida) lo que toca es cumplir. El miedo no es morirnos todos, esto no es una peste medieval. El miedo es saturar los hospitales. El primer sacrificio le toca al Valencia. Ojalá le compense de ello una ‘reamuntada’ que todos disfrutemos por la televisión.