Sobre el arte de ser segundo
No descubro algo nuevo cuando digo que el Madrid es la referencia absoluta cuando se habla de deporte. La tendencia natural es comparar cualquier cosa que ocurre en los demás clubes con lo que suele pasar en la entidad más importante del fútbol mundial. Así que, viendo y analizando el follón que se ha montado en el seno del Barça por la difusión de las imágenes de Eder Sarabia durante el Clásico, naturalmente he intentado hacer un paralelismo con los merengues. ¿Se imaginan a Zidane pidiendo disculpas al vestuario por el comportamiento de David Bettoni? Seguro que no, ¿verdad? Simplemente porque el segundo entrenador nunca haría algo similar a lo que hizo su colega del Barcelona.
Conozco a Bettoni desde los tiempos del Castilla en Segunda B y le tengo mucho cariño y mucho respeto. Es realmente un buen tío además de un grandísimo profesional. Y aunque estas líneas están llenas de piropos hacia él sé que, seguramente, no estará muy contento de leerlas. Porque no le gusta el protagonismo, porque prefiere evitar la luz, porque conoce la relevancia de su cargo y nunca sobrepasa los límites que naturalmente se han establecido en el seno del cuerpo técnico. El amigo y mano derecha de Zidane concibe su misión de segundo entrenador como algo muy simple: está al servicio de los demás. Al servicio del Madrid. Algo realmente bonito.