El Messi del corazón
Circulaba el Barça al borde del precipicio en LaLiga cuando la tecnología le echó un cable y le permitió seguir vivo. El penalti de Le Normand, sólo visible en estos nuevos ojos del fútbol, lo transformó Messi, al que las piernas llevan fallando algunas semanas. Sin embargo, y a falta de excelencia en el toque, lo que le ha caracterizado siempre, Messi sacó el corazón. Y así celebró el gol, con el alma.
No se puede decir que no lo persiguiese. Con la izquierda en la primera parte, con la derecha en la segunda. De empalme. Pero algo más precipitado que de costumbre. Tanto que por el final de la primera parte le hizo una entrada algo extemporánea a Mikel Merino, de las que no suele. Sólo cuando le puede la frustración, como en el Bernabéu con Casemiro.
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Messi era más consciente que nadie de que no estaba bien. Pero en lugar de deprimirse, se fue a por el partido salvajemente. Más con el corazón que con otra cosa. Y con pulso. No era fácil tirar ese penalti en el minuto 80. A Messi le quedaron arrestos para firmar una última carrera de esas que el Camp Nou querría alargar eternamente. El Barça está para poco, poquísimo. Pero mientras le quede Messi, le queda esperanza.