La convivencia del fútbol y el atletismo
El West Ham recibe este sábado al Southampton en la 28ª jornada de la Premier, en la que es su casa desde hace tres años y medio: el Estadio Olímpico de Londres. Después de acoger los Juegos de 2012 y las gestas, entre otros, de Usain Bolt, el recinto tuvo que ser reconvertido para no perpetuarse como un elefante blanco. El Gobierno británico lo sacó a subasta entre varios clubes, siempre con el requisito de que conservara su condición de instalación de atletismo si resultara necesario. Los hammers fueron los elegidos para su alquiler. El nuevo estadio, remodelado, se inauguró en agosto de 2016 en un partido de la previa de la Europa League. Sólo un año después, tras una temporada de fútbol y de varios conciertos, el Estadio Olímpico acogió los Mundiales de atletismo, los últimos de Bolt.
El caso de Londres, igual que otros, demuestra que el fútbol y el atletismo son compatibles. Aquí en España, el Estadio de La Cartuja fue inaugurado por La Roja en 1999 y tres meses después albergó unos gloriosos Mundiales. Era cuando Sevilla soñaba con un futuro olímpico, en tiempos faraónicos en los que se medía poco la sostenibilidad de los proyectos. Aunque acogió más partidos, e incluso dos finales de la Davis, el recinto acabó transformado en un estadio fantasma. La Junta de Andalucía, que lo participa en un 40%, ha salido al rescate con la concesión de la final de la Copa del Rey por cinco años. Gran iniciativa. Lo chirriante es que se ha comprometido también a suprimir la pista de atletismo. Raúl Chapado, presidente de la RFEA, ha puesto el grito en el cielo. Con razón. La Cartuja y Montjuïc son las únicas sedes que pueden organizar Mundiales y Europeos. Es verdad que no se aprovechó para este fin. Tampoco para el fútbol. Antes de aplicar una decisión irreversible, sería bueno encontrar fórmulas de convivencia. Y el Gobierno español, con un 25%, también tendría algo que decir.