Maradona, Messi y la llaga de Piqué
Hay una clara similitud como futbolistas entre Maradona y Messi. Zurdos, pequeños, melenudos, con el 10 a la espalda y geniales ambos. Los otros grandes del fútbol, categoría en la que yo incluyo a Di Stéfano, Pelé y Cristiano, ni son parecidos entre sí ni a ellos dos, pero Maradona y Messi están emparentados por algo más que el país de nacimiento. De ahí tanta insistencia en cuál de ellos es mejor. De ahí también la curiosidad por ver a Messi oficiando esta noche en la iglesia de la que Maradona fue papa. Tengo cierta intriga por saber cómo le mirarán esta noche, si como el sucesor legítimo o como un suplantador plagiario.
A Messi le persigue el recuerdo de Maradona y sin duda le pesa con Argentina. Allí se le quiso tanto a este que se tolera mal que se discuta la primacía histórica. De ahí que Messi sea otro cuando juega con la selección de un país que es el suyo y lo quiere, pero del que no se siente recompensado. No paran de recordarle que Maradona ganó un Mundial para Argentina. Eso fue un año antes de que naciera Messi, pero ha seguido flotando en el ambiente del país, que no olvida aquellos prodigios. Tampoco Nápoles, que vivió con él la más feliz de sus peripecias futbolísticas. La ciudad abunda en recuerdos de Maradona, vayas por donde vayas.
El partido llega con un Nápoles a medio levantarse del mal arranque de temporada. Ancelotti tuvo la debilidad de dar demasiado poder a su hijo, segundo entrenador, y la plantilla se rebeló. Ahora está al frente Gattuso, aquel picapedrero del medio campo que como entrenador muestra inesperados afanes estéticos. En cuanto al Barça, ya sabemos cómo llega: colgado de Messi y con Piqué poniendo el dedo en una llaga, la distancia entre el vestuario y los despachos, en la que él no hace sino echar sal desde hace tiempo. Todo, pues, es Messi, y más esta noche en la que perseguirá el fantasma de Maradona por el viejo césped del San Paolo.