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Apareció ayer Ernesto Valverde en San Mamés para recoger un premio con barba de náufrago, pero en lugar de esperar ansioso una balsa para abandonar la isla, se le veía contento de estar perdido, en paz y sin necesidad de hacer reproches a pesar de las malas maneras con las que le despidieron de un Barcelona que se empeña en ondear la bandera de los valores. "No pienso en si se he sido injustamente tratado. Se trata de pasar página y de mirar hacia delante", dijo. A continuación explicó que le gusta hacer lo que calificó como "cosas raras" y que por eso le llama más la atención la idea de irse a Australia que a la Premier. Benditos sean los raros.

Porque ya hay que ser bien rarito para no contestar a ninguno de los desaires que le han hecho en el Barça. Desde escuchar decir a Bartomeu que es amigo tuyo cuando te acaba de echar —y pretende encima ahorrarse la pasta del despido— mientras en otra sala del mismo hotel negocia con el agente del siguiente entrenador el nuevo contrato, a oír a Abidal en una ronda de entrevistas que el equipo no estaba trabajado y que algunos jugadores se quejaban porque no se entrenaban lo suficiente. Por no hablar de Setién recién aterrizado afirmando que el Barça se había alejado del estilo para dos semanas después dejar de jugar con tres centrales y volver a hacer lo que, más o menos, tú ya estabas haciendo con el equipo como líder en LaLiga. Ahora, tres puntos por detrás del Madrid y eliminado de la Copa del Rey, se celebran los pases como si fueran goles o que después de ganar al Betis se haya ganado tiempo y tranquilidad, ejem, para preparar un partido contra el Getafe con sólo 16 fichas de la primera plantilla, sin delantero centro y con un casting de segunda fila porque no hay ni un euro en la caja y la planificación deportiva es de cero patatero.

En algo tienen razón los que aplaudieron el cambio en el banquillo porque se aburrían: el Barça hoy es mucho más divertido. Los fabricantes de palomitas y de ansiolíticos están de enhorabuena. Los raros, mientras, sueñan con Australia, que para algo está en las antípodas.