La sonrisa del capitán
Malos tiempos para la lírica azulgrana. En el último partido, cuando el Barça de Setién se debatía entre la melancolía y el pase, a Lluis Flaquer, el oráculo de lo que pasa en el campo, se le ocurrió decir lo que muchos barcelonistas vamos pensando en este tiempo de lejanas alegrías: "Ahora hay que fijarse en si sonríe Messi". Antes, aunque no sonriera el capitán se sabía de su ánimo cuando partía a correr. José Hierro, el gran poeta cántabro (que tenía por las vacas la predilección que el actual preparador del Barça), decía, hablando de lo que pasaba con un español en tiempos gloriosos, que había ciudadanos que, al faltar, producían mutilaciones graves a la humanidad. En términos futbolísticos, la melancolía de Messi es como un hueco en el campo.
Y eso lo vio Flaquer mientras el Levante iba poniendo de manifiesto las desgracias organizativas del equipo que un día parecía invencible en cada una de sus líneas de combate. Ahora el enfermo azulgrana está más enfermo de lo que aparece en la tabla porque el delirio ya no es de grandeza sino de fiebre, y los aficionados nos pasamos el día con el termómetro en la mano, esperando que Messi levante la cabeza del suelo y que, si se digna, sonría. Esta noche en Bilbao vamos a estar así todo el rato, esperando que Flaquer diga desde Carrusel: "Señores, he aquí que Messi sonríe". Ojalá.