Vacas flacas, vacas gordas

Quique Setién sólo tiene a su disposición a unos quince jugadores con ficha del primer equipo. Es decir menos de lo mínimo para rellenar la hoja de un partido de Liga compuesta por once titulares y siete suplentes. En cambio, Zinedine Zidane tiene diez más que su compañero de profesión para poder trabajar con tranquilidad y no sentir miedo cada vez que un futbolista suyo se toca un muslo o un tobillo durante el entrenamiento. Este abismo entre ambas situaciones es el resultado directo de dos maneras de llevar la política deportiva y económica de un club de fútbol con ambiciones internacionales. El Barça con sus vacas flacas, y el Madrid, con sus vacas gordas. El técnico francés sabe lo duro que es para Setién y bendice la comodidad de poder escoger entre tantos jugadores, más cuando se conoce su gusto natural por las rotaciones. ¿Casualidad? Pues no, porque, más allá de las decisiones que se han tomado en la planta noble del Bernabéu, si tantos futbolistas están disponibles en el primer equipo es porque Zidane ha sido capaz de involucrarles a todos en su proyecto.

Cualquiera de ellos sabe que puede ser útil en algún momento y confía y se cree el discurso de su entrenador. Y por eso nadie se quiere marchar del Madrid. Una filosofía que el francés asume y reivindica aunque sea, a veces, un poco complicado componer la convocatoria para un partido.