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Messi y el regreso de la autoestima

El Barça fue en Valencia un pelotón intransitivo. Se contempló a sí mismo como un narciso despistado, absorto ante un espejo que no le devolvía ni fuerza ni belleza. Ni arte. Someter a Messi a esa aventura sin retorno fue un momento muy difícil de ver. A veces los aficionados de cualquier edad tenemos ante los futbolistas la sensación de que debemos saltar al campo a agasajarlos en las horas bajas. Esa aventura imposible tuvo anoche su realización concreta: Leo Messi se abrazó a sí mismo, hizo dos goles, jugó con la antigua alegría, la que vivió en el campito, y se recuperó para la autoestima azulgrana, lesionada cuando el nuevo entrenador contemplaba las vacas de su tierra e ignoraba su porvenir de espinas.

Ha tardado el equipo en responder ante Setién con un partido que se parezca a sus deseos de ganar tiempo. El entrenador estuvo asustado en Valencia, metido en su cubículo como si le cayera un chaparrón. Messi y los suyos lo sacaron este jueves de la cueva y expusieron al equipo a una situación que tiene más que ver con la ilusión de ganar que con aquella desgana que es como el invierno del equipo, sin calor y sin fuerza.