Bale es un misterio andante
La Copa reunió a los dos planetas más alejados del fútbol. Es la gracia de la competición más antigua, la única que congrega al universo completo de clubes, desde el más poderoso por títulos y dinero hasta el más humilde, como ocurre con el admirable Unionistas, el autogestionario equipo que trata de avanzar desde las cenizas que dejó la Unión Deportiva Salamanca. Se impuso el Madrid, no sin algún esfuerzo, pero con profesionalidad. Unionistas resistió más de lo previsto, y lo hizo con estilo, sin dar patadas, con un juego fino y algunas ocasiones de gol. Areola, a quien se suponía espectador del partido, respondió bien cuando fue exigido. No pudo evitar el gol del pequeño y habilidoso Romero, un zurdazo en toda regla.
La noche dejó dos protagonistas, tan opuestos como el Madrid y Unionistas. Uno es joven y apenas ha disfrutado de minutos en el Real Madrid. Brahim llegó hace un año desde el Manchester City con la fama que se había labrado como juvenil. Las lesiones y la feroz competencia en la plantilla le han impedido la menor continuidad. En Salamanca dispuso de unos cuantos minutos, excelentemente aprovechados por el joven delantero malagueño. Marcó dos goles –el primero de ellos sirvió para quitarle al Madrid el susto que le provocó el tanto de Unionistas– y desplegó la actividad que se espera de los jugadores que quieren ganarse un lugar en el sol.
El otro fue Bale. También marcó. El primero, para más señas. Perfecto control con la izquierda, instantáneo remate con la derecha. Muy de Bale. Precioso, pero no celebrado. Puso cara de póker, recibió alguna felicitación por el camino y siguió a lo suyo, que fue poquísimo. Quizá estaba lesionado –se retiró en la segunda parte–, o quizá no. Bale es un misterio andante, un jugador que invita a las preguntas, a demasiadas preguntas.
¿Está lesionado? ¿No lo está? ¿Enfadado? ¿Distraído? ¿Desmoralizado? ¿Desinteresado? ¿Nostálgico de su país y de su selección? ¿Eligiendo partidos convenientes? ¿Incomprendido? ¿Disgustado con el entrenador? ¿Entusiasmado con el golf? ¿Distanciado del fútbol? ¿Aislado? ¿Enojado con el club? ¿Mimado? ¿Protegido? ¿Abandonado?
No hay jugador en el mundo que suscite más interrogantes, que es lo peor que puede sucederle a un futbolista. Los clubes, entrenadores y aficionados desean jugadores de una pieza, fáciles de entender, más bien previsibles, sin sorpresas, ni dentro, ni fuera del campo. No quieren enredarse en laberintos, y Bale es más laberíntico que los jardines de El Resplandor. No responde a ningún modelo concreto de funcionamiento. Todavía hoy, después de siete años en el Real Madrid, se habla de su potencial, prueba evidente de que no lo ha plasmado.
Su actuación en Salamanca –gol, gesto impasible, desconectado del equipo, sustituido- definió en su trayectoria en el Real Madrid y el misterio que le acompaña. ¿Quién es Bale? Nadie lo sabe.