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No resulta habitual en el deporte que el gran protagonista de una competición no sea el favorito a la victoria. Ocurre así en el Dakar 2020, que lleva el nombre propio de Fernando Alonso por mucho que se aproxime a una utopía esperar que el asturiano gane a la primera la gran carrera desértica. Esa ambición corresponde a otros, lo que no evita que la llegada del expiloto de Fórmula 1 a los raids suponga un impulso valioso y reseñable para la categoría. Puede que a algunos de los clásicos de la disciplina el asunto no les haga demasiado gracia, es lo de menos porque la realidad se antoja indiscutible y solo hay que asumirla con normalidad. Especialmente porque esta incorporación es positiva en general para todos los implicados.

Alonso permanecerá en carrera tanto como el destino y su acierto le permitan. Que llegue a la meta final supondría todo un logro en mi opinión, entre otras cosas porque si lo consigue seguramente sería en una posición destacada de la clasificación. De su velocidad, de su talento al volante y de su capacidad de aprendizaje poco se puede decir que no se conozca sobradamente. Pero también sabemos que el Dakar es mucho más que eso. Improvisación, estrategia, tino con el rumbo, conservar la mecánica, medir los riesgos… La ayuda de Marc Coma resultará determinante para el asturiano, sin duda, pero tienen tanto que aprender juntos que veremos si apenas una decena de jornadas es suficiente. Interesante, desde luego, lo va a ser mucho. Así que, a disfrutarlo…